El evangelio no ha
llegado por suerte a esparcirse por
todo el mundo, la base de su expansión descansa en la vida de hombres
completamente entregados a la labor misionera con un corazón apasionado por la
causa de Cristo.
Hace unas semanas
habíamos visto la vida de Carey, un hombre que conocía al Omnipotente y actuaba
de acuerdo a esto. Fue un apasionado que levantó la visión misionera para ir a
otros países a llevar el evangelio. Hoy veremos un poco de la vida de otro vehemente
hombre que llevó el evangelio hasta el interior de la China.
HUDSON TAYLOR, al igual
que Carey, veía la gran necesidad de llegar a las naciones con las buenas
nuevas, aunque más específicamente al interior de las mismas, y en especial al
interior de la China. Él también presentó su idea en su congregación, pero el
problema es que también fue rechazado recibiendo mucha oposición. Lo principal
que le preguntaron fue si él estaría
dispuesto a llevar sobre sus hombros el peso de la sangre de los jóvenes que él
enviaría al campo misionero.
Y AQUÍ LLEGAMOS AL
PUNTO CRÍTICO DE ESTE RELATO. No sé cómo solés reaccionar a situaciones
similares a esta, pero cuando estás ilusionado, cuando tenés planes y querés
encarar cosas serias para Dios… es normal que llegue un baldazo de agua fría.
Hudson lo experimentó, le bajaron la caña, le dijeron que NO en la cara, le
tiraron todo el peso para que él lo cargue en la más cruenta soledad.
Yo sospecho que, al
igual que nosotros, él habrá ido a su cuarto y se habrá desparramado a llantos
y pataleos; quizás golpeó su cama y se quedó dormido de tan profunda tristeza…
no creo que mi imaginación esté lejos de la verdadera historia. Sin embargo es
interesante ver lo que hizo Hudson ante esta situación que desafiaba su fe.
Paseando por la playa buscó
el rostro de Dios, y esperó su respuesta. Respuesta que no se hizo esperar ya
que Dios allí mismo le dijo “No eres tú quien envía jóvenes al interior de la
China. Soy Yo.” Esto calmó las dudas de Hudson y lo impulsó a seguir con su
idea. Lo que desembocó “simplemente” en la organización misionera más potente
de la historia que reclutó 100.000 jóvenes voluntarios que dieron su vida por
las misiones en los 1800’.
Salmos 5.3 - Oh Jehová, de mañana oirás mi voz;
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré.
Hudson hubiera podido
bajonearse con lo que le dijeron sus hermanos en la fe con respecto a sus
planes misioneros. Si fuera un ciudadano del siglo XXI, seguramente hubiera
caído en depresión y hubiera visitado a su psicólogo. PERO NO. Él decidió buscar
a Dios en la soledad y en la quietud… ¡y allí lo encontró!
El salmista refleja
esta actitud enseñándonos que la fe se demuestra cuando tenemos la suficiente
confianza en Dios para presentarnos delante de él, y simplemente esperar. Hay
una actitud de consagración y auto-despojo en este Salmo.
Hermano que estás
leyendo esto: no necesitás tener “más fe” para que Dios te hable. Los
discípulos le pidieron a Jesús: ¡Aumenta nuestra fe!, pero Jesús les dijo que
si tenían fe como un grano de mostaza ellos podían hacer milagros. En pocas
palabras les estaba diciendo: ¡no importa el tamaño! ¡LO QUE NECESITAS ES FE EN MI!
Hudson entendía la importancia
de despojarse de su preocupación y esperar en Dios para recibir dirección. Él
sabía cómo era su Dios, por lo que podía descansar en su providencia.
¿Cómo reaccionás ante
situaciones similares? ¿Te desesperás y buscás la primera solución que se te
cruce para tu problema? Bueno, eso muestra ausencia de fe. La fe cree en lo
imposible y en que no hay lugares de mayor descanso que la presencia de Dios.
Allí él hablará, allí el obrará.
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