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sábado, 26 de noviembre de 2016

¡Dios nos conoce!

"Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre." Juan 2:23-25

En esta ocasión, el pasaje nos cuenta que muchas personas creían en Jesús, por las señales que el hacía. Me imagino milagros que maravillaban, sorprendían y desafiaban a tomar una postura: creer o no en Jesús!

Lo que a mi me sorprende fue lo que Jesús pensó: "... Pero Jesús no se fiaba de ellos porque conocía a todos."
Se supone que lo que estaba pasando era algo bueno, muy bueno. Pero el no confiaba, porque los conocía... a TODOS.

Y no solo que no confiaba, sino que no necesitaba que NADIE fuese testigo del hombre (para defenderlo o acusarlo), y su explicación es esta: porque el sabia lo que había en el (interior del) hombre.

Saben... Jesús, nuestro Salvador; el Padre, nuestro Creador; el Espíritu Santo, nuestro Consolador, es decir, Dios, nos conoce a TODOS, y sabe lo que hay en nosotros.

Conoce todos los detalles de nuestras vidas: día de nacimiento y día de muerte, color de pelo, cantidad de cabellos en nuestra cabeza, nuestra rutina diaria, cuanto medimos y cuanto calzamos. 

Pero también sabe lo que hay en nosotros: lo que nos gusta, lo que nos hace bien, lo que detestamos, lo que necesitamos, lo que deseamos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que creemos!

Dios no necesita que nadie testifique a favor o en contra de alguna persona... porque él nos conoce mejor que cualquiera y que nosotros mismos.

El no se fía ingenuamente lo que le decimos a prometemos... porque el ve nuestras intenciones mas profundas.

Pero conociéndolo todo el quiere ser tu Papa, tu Salvador y tu Consolador. Porque conociéndolo todo te ama profundamente y desea que te acerques y confíes en su amor, el amor mas real y verdadero que alguien que te conoce completamente te puede dar.

lunes, 30 de junio de 2014

MejORAR

¿Qué hacés cuando estás triste? ¿Qué hacés cuando sentís que los demás están en tu contra? ¿Qué hacés cuando deseas algo de corazón y no podés conseguirlo? ¿Qué hacés cuando los demás te juzgan por algo que en realidad no es como piensan que es?
Te presento a alguien que pasó por todas esas dificultades juntas: Ana (podés leer más de ella en el libro de 1ra Samuel). Ana sentía una angustia inmensa porque no podía tener hijos. En esa profunda tristeza, tenía un esposo que no lograba comprenderla, y encima de esto tenía a su lado a una enemiga que la irritaba y atormentaba por eso, ya que ella sí tenía hijos. ¿Qué hacer en situaciones como ésta? ¿Sabés qué hizo Ana para mejorar las cosas? Orar. En ese momento las cosas cambiaron.
El primer cambio que podemos ver es en la situación de Ana. Ella pasó de estar en una situación de desánimo y desconsuelo, a una situación de decisión. Decidió presentarle ese caso a Dios. Dice Hebreos 4:16: “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.”, porque “Los ojos del SEÑOR están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones” (Salmos 34:15).
Cada vez que estemos en una situación así, no dejemos que el desánimo y el desconsuelo nos venzan sino decidamos recurrir a Dios. Él nos ayudará.
Segundo cambio: cambió su corazón. Elcaná, su esposo, le preguntaba: “¿por qué está afligido tu corazón?”, porque así estaba Ana: afligida, atribulada; y se podía ver en su rostro y todo lo que hacía. Pero después, cuando fue al templo a orar al Señor y Elí habló con ella, la Biblia dice que no estuvo más triste. (¡No te pierdas ningún detalle de esta gran historia! Leela en el primer capítulo del libro de 1ra Samuel). Ana le dijo a Elí que fue a derramar su corazón ante el Señor. Después de eso se produjo el cambio. Ya no más aflicción; sintió alivio. Y eso es lo que podemos experimentar nosotros como hijos de Dios también. Filipenses 4:6-7 dice: “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” ¡Qué hermoso el cambio que puede producir Dios en nuestro corazón! Qué gran intercambio: darle nuestras inquietudes, y Él nos da Su paz. ¡Gracias a Dios por eso!
¿Tercer cambio? Lo que Ana tuvo. Al principio ella tenía un ruego, pero ella al final de esto terminó teniendo una respuesta. En su angustia pidió un hijo, para dedicárselo al Señor, y Él se lo concedió. ¡Podemos confiar en que Dios nos va a responder! Lo va a hacer a Su tiempo, a Su manera y según Su voluntad; ¡y muchas veces de una manera que no imaginamos! Como dice Efesios 3:20: Él puede hacer muchísimo más de lo que nos podamos imaginar o pedir. ¡A Él sea la gloria! “Clama a mí, y yo te responderé” le dijo el Señor a Jeremías. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá” dijo Jesús. Dios no hace oídos sordos a las oraciones de sus hijos.

Sigamos el ejemplo de Ana, que tuvo la decisión de buscar al Señor, la actitud de derramar su corazón ante Él y dejar que Él lo cambie, y confiemos en que vamos a tener una respuesta de Su parte (Un “sí”, un “no”, o quizás un “esperá”) que va a ser para nuestro bien y para gloria Suya. Y recordá: Si queremos que las cosas puedan mejorar, lo que podemos hacer es orar.
Te desafío a que si hay algo que hoy pesa en tu corazón, en este momento lo pongas en oración. Que puedas experimentar esos cambios que Dios puede hacer :)
¡Dios te bendiga!