Iniciaremos
leyendo una porción de la palabra de Dios acerca de cuanto nos preocupamos y
hace una comparación.
Jesús
les dijo a sus Discípulos:
No se
preocupen por su vida, que comerán; ni por su cuerpo, con que se vestirán. La
vida tiene más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa. Fíjense en los
cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen almacén ni granero; sin embargo,
Dios los alimenta. ¡Cuánto más valen ustedes que las aves! ¿Quién de ustedes,
por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su vida?
Ya que
no pueden hacer algo tan insignificante, ¿Por qué se preocupan por lo demás?
Lucas
12: 22-26
Y en Marcos
vemos el relato parecido al de Lucas que dice en el capítulo 6: 30-33
(…) ¿No
hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe? Por tanto, no os
preocupéis, diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?"
o "¿con qué nos vestiremos?" Porque los gentiles buscan
ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre celestial sabe que necesitáis
todas estas cosas. Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas
estas cosas os serán añadidas.
Bien, al
leer estos versículos nos damos cuenta de cuanta importancia le damos a lo
físico, a lo material, y ¡Cuánto nos cuesta aceptar que nuestro mayor problema
es la falta fe. Ya nos acostumbramos a cada circunstancia que nos producen
ansiedad, preocupación que le llegamos a creer que son las culpables por
nuestra ansiedad de “necesitar”.
Nos ponemos
en nuestra mente << Si yo me encontrara en una situación diferente a
la presente, por supuesto que no estaría angustiada/o; la verdad es que ninguna
persona normal podría sobrellevar esta circunstancia sin preocuparse>>.
La realidad es que la preocupación nos lleva a no poder manejar
espiritualmente los obstáculos y contratiempos que la vida va dejando a nuestro
paso.
En el texto
de hoy Jesús añade una observación a su exposición del tema. “¿Quién de
ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una sola hora al curso de su
vida?”
La
preocupación no solamente delata la falta fe, sino que es una actividad inútil.
La preocupación no cambia en nada las circunstancias que la provoca. Por
estar preocupados no llegara más rápido el bus que nos llevara al trabajo,
facultad o actividad que tengamos. Por estar preocupados no ingresara a nuestro
hogar más dinero. La situación de nuestro país no cambiara como resultado de la
preocupación colectiva de los habitantes. Podemos decir entonces, que la preocupación no aporta
ninguna solución a la situación particular que enfrentamos.
Nuestra
preocupación si provoca que contagiemos a otros de la misma angustia que nos ha
atrapado.
Como leíamos
en el texto, daría mucha angustia, tristeza realmente que Cristo nos diga:
¿No hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?
El Señor nos
invita a estar ocupados en los desafíos que enfrentamos a diario, sin
preocupación. Su palabra es verdad, y cada palabra que el Señor puso en la
Biblia, las cumple. Nos llena de esperanza, paz y tranquilidad que si Dios
cuida de las aves, cuidara de nosotros.
“Nuestro
Padre sabe lo que necesitamos” que más seguro que confiar y buscarle, sabiendo que a Su
tiempo nos dará lo que necesitemos.
Sabemos
quién gobierna nuestras vidas y también las situaciones que nos toca vivir. Con
actitud de firmeza nos resistimos a la tentación de preocuparnos porque no
conseguiremos NADA con ello.
Dios los Bendiga.
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