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miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿Quién ocupa el primer puesto en tu corazón?




Una como tantas ocasiones en las que Jesús se encontraba rodeado por una multitud, enseñó a las personas que allí lo escuchaban la siguiente parábola:

 “Un hombre rico tenía un campo fértil que producía buenas cosechas.  Se dijo a sí mismo: ¿Qué debo hacer? No tengo lugar para almacenar todas mis cosechas.  Entonces pensó: Ya sé. Tiraré abajo mis graneros y construiré unos más grandes. Así tendré lugar suficiente para almacenar todo mi trigo y mis otros bienes.  Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: Amigo mío, tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!
 Pero Dios le dijo: ¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado? Así es, el que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios es un necio.” Lucas 12:16-21 (NTV)

  Aunque no lo notemos, muchas veces podemos ser como este hombre rico. Tal vez no damos tanta importancia al dinero como él, pero puede que sí a una relación, a la tecnología, a un pasatiempo o a nosotros mismos. Cualquier cosa que esté por encima de Dios en nuestra vida, cualquier cosa que ocupe más nuestra mente y nuestro corazón, se transforma en un ídolo.

  Los ídolos nos convierten en necios, en personas alejadas de Dios. A veces nos distraen de lo que verdaderamente es importante, que es nuestra relación con Él. Puede que no sean pecados o cosas que a la vista sean malas, pero el simple hecho  de que ocupan el lugar que debería ser ocupado sólo por el Señor, las convierte en pecado.

  Como dice la Palabra de Dios en Mateo 6:21, donde está tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón. Los invito a  que analicemos nuestra vida, donde depositamos nuestros sueños y metas, y a que sea nuestro Padre Celestial quien ocupe el primer puesto en nuestro corazón.

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:2 (RVR)

jueves, 28 de julio de 2016

Sobre las divisiones

1 Corintios 3 (NVI)

 Yo, hermanos, no pude dirigirme a ustedes como a espirituales sino como a inmaduros, apenas niños en Cristo. Les di leche porque no podían asimilar alimento sólido, ni pueden todavía, pues aún son inmaduros. Mientras haya entre ustedes celos y contiendas, ¿no serán inmaduros? ¿Acaso no se están comportando según criterios meramente humanos?  Cuando uno afirma: «Yo sigo a Pablo», y otro: «Yo sigo a Apolos», ¿no es porque están actuando con criterios humanos?



Pablo entre otras cosas se refiere a dos temas principales y bien relacionados: 
--Nuestras Divisiones
--Nuestra Humanidad

Desde el inicio tan de moda las divisiones, separaciones. A veces no nos damos cuenta que con varias de nuestras relaciones vamos directo a cortar, tendemos a destruir, lastimar. Construimos relaciones sobre lugares errados, ya rajados, donde nuestras relaciones terminan cayendo, porque nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo. Si alguien construye sobre este fundamento, ya sea con oro, plata y piedras preciosas, o con madera, heno y paja, su obra se mostrará tal cual es, pues el día del juicio la dejará al descubierto. El fuego la dará a conocer, y pondrá a prueba la calidad del trabajo de cada uno. 
Pablo nos pregunta ¿qué es Apolos? ¿Y qué es Pablo? Nada más que servidores. A los que Dios da vida y hace crecer. Si bien podemos tener vidas, actividades diferentes en efecto somos colaboradores al servicio de Dios, campo de cultivo de Dios. Donde Dios puede trabajar.
Cuando llegamos a discutir, enfrentarnos de manera violenta con el otro, estamos siguiendo criterios errados, cuando hablamos para mal de otro sólo porque diferimos con sus ideas estamos perdiendo vida, y Dios nos habla con sabiduría al hacernos ver que somos parte de un mismo cuerpo, de un mismo templo; y si nos destruimos entre nosotros, es a nosotros mismos a quienes dañamos.
No intentemos engañar, porque más que engañar a los demás y a nosotros mismos con Dios no lo logramos. Él nos conoce. Si tuviéramos la madurez, el saber de poder discernir a cada paso lo que elegimos hacer con nuestra humanidad, nuestra relación con Dios sería diferente. ¿A quién estamos siguiendo? ¿A quién queremos ganar o agradar? Dios nos ve como bebes inmaduros cuando seguimos nuestras propias leyes, cuando nos creemos sabios, cuando buscamos agradar a quien no nos conviene, porque de esta manera dejamos de ser sus siervos. 

 «Él atrapa a los sabios en su propia astucia»; y también dice: «El Señor conoce los pensamientos de los sabios y sabe que son absurdos.»  Por lo tanto, ¡que nadie base su orgullo en el hombre! Al fin y al cabo, todo es de ustedes, ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el universo, o la vida, o la muerte, o lo presente o lo por venir; todo es de ustedes, y ustedes son de Cristo, y Cristo es de Dios.

 Ya en 1 Corintios 1:10 Pablo nos dice: "Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos e un mismo pensar y en un mismo propósito"...

Que sea un desafío de todos los días poder abandonarnos a nosotros mismos para permitir que Él obre en nosotros, y poder llevar buenas relaciones, buenos tratos, recordar que somos parte de un mismo cuerpo, con un mismo Padre que esta sobre todos y por medio de todos :)

miércoles, 25 de mayo de 2016

¿Qué hacía a Jesús diferente?


Tenemos tal vez y sin mucho detalle, naturalizada la idea de que Jesús cambio la historia.
La reflexión de hoy nos lleva a buscar en que se basó, o cuál fue la clave de su gran trascendencia.

Dejemos de ver, y observemos.

El evangelio según Mateo, pasa rápidamente de la gloria de su nacimiento a la adultez, en donde se enfrenta sin mucho preámbulo con el rival "de toda la vida".

"Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo sometiera a tentación. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. El tentador se le acercó y le propuso:
—Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan. Mateo 4:1-3 NVI

Primera observación: "El Espíritu llevó a Jesús al desierto"
Su relación con el Padre eran tan íntima, tan cercana y estrecha, que con mucha claridad y sin lugar a  dudas Jesús fue conducido por el Espíritu hasta el desierto.
¿Cuántas cuestiones de la vida no podemos resolver o decidir por la falta de  comunión y relación cercana con nuestro Dios? Si buscáramos insaciablemente la dirección divina, aprenderíamos tal vez no instantáneamente pero si en el tiempo, a escuchar con mayor claridad al Espíritu Santo de Dios.
Escuchar al Espíritu de verdad habla de un nivel espiritual muy superior pero no difícil de alcanzar, pues Dios desea que sus hijos le busquen con todo el corazón, con todas sus fuerzas y en todos sus razonamientos.
Segunda observación: "Después de ayunar 40 días y 40 noches"
Para quienes realizan esta práctica a menudo, deben saber que el límite máximo que soporta nuestro cuerpo sin alimento ni agua, es nada más y nada menos que 40 días.
¿Puedo arrancar esta disciplina espiritual, ayunando 40 días? No. Jesús tampoco arrancó ayunando 40 días, pero si el apóstol aquí describe que ayuno tal cantidad de días, nos esta diciendo que Jesús fue progresivamente ayunando un día o dos, hasta que poder lograr un ayuno de 40 días.
No podemos dejar de decir que Jesús no se saciaba fácilmente de buscar a nuestro padre celestial, su deseo y pasión por Él lo llevaban ir a su encuentro cada día y aun dejar de comer con tal de estar en sintonía con Dios. ¿Realizamos disciplinas espirituales a diario y con regularidad?
¿Qué hacemos para estar más cerca de Dios?
Tercera observación: La primer tentación: "si eres hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan".
Por dos cuestiones Jesús no iba a realizar este milagro, aunque después sí multiplicaría los panes y los peces. En este momento estaba enfocado no en comer, sino en buscar a Dios, y no se menciona que el Espíritu le ordenara que realice el milagro, por lo tanto Cristo no iba a hacer nada que estuviera fuera de la voluntad de su padre.
Jesús tampoco iba a utilizar su poder en beneficio propio, jamás lo hizo, aun sobrando oportunidades para hacerlo. Por esta razón no me extraña, que los dones y talentos concedidos por Dios sean para la edificación de su Iglesia. 
Jesús tenia hambre, lo dice claramente Mateo, pero aun así estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios. Él estaba en el desierto y con hambre por ordenanza del Espíritu Santo, había sido llevado por Él. ¿Estamos dispuestos a hacer toda la voluntad del Padre?

Jesús cita un pasaje y supera la primer tentación del enemigo de forma natural, dejándonos una enseñanza que nos ayudará a marcar la diferencia.
Jesús le contestó:
—La Biblia dice:
“No sólo de pan vive la gente;
también necesita obedecer
todo lo que Dios manda.” Mateo 4:4 TLA
La enseñanza del Mesías es clara, el hombre más que comer NECESITA OBEDECER todo lo que Dios manda.
Si queremos ser influyentes, si deseamos que nuestra vida trascienda, no por fama espiritual, sino para glorificar al Rey de Reyes, debemos someter nuestra propia voluntad a la de Dios.
La clave se encuentra en reconocer la necesidad que tenemos de obedecerlo en TODO. 
No te resistas más y confía en su voluntad y soberanía.

miércoles, 6 de abril de 2016

Abraham: Eligió confiar en lugar de cuestionar ☺

La galería de los héroes de la fe en Hebreos 11, parece una de esas historias emocionantes que escuchan los niños antes de dormir, y por las cuales no quieren dormir hasta escucharlas hasta el final. La fe de estos hombres marcó sus propias vidas, marcó la historia, y hoy puede marcar nuestras vidas también. Hoy, la fe de Abraham tiene algo que enseñarnos:

"Fue por la fe que Abraham obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que él le daría por herencia. Se fue sin saber adónde iba. Incluso cuando llegó a la tierra que Dios le había prometido, vivió allí por fe, pues era como un extranjero que vive en carpas. (...) Abraham confió en Dios (FE) y, por eso, aunque su esposa Sara no podía tener hijos y él era ya muy viejo (sus circunstancias), Dios le dio fuerzas para tener un hijo. Y es que Abraham confió en que Dios cumpliría su promesa. (...) Abraham confió en Dios cuando Dios quiso probar si él lo obedecería o no. Por eso Abraham tomó a su hijo Isaac para ofrecerlo como sacrificio. No le importó que fuera su único hijo, ni que Dios le hubiera prometido que por medio de Isaac tendría muchos descendientes. Abraham sabía que Dios tiene poder para hacer que los muertos vuelvan a vivir. Esa confianza hizo que Abraham no tuviera que matar a su hijo; y fue como si Isaac hubiera vuelto a vivir."

Cuántos cuestionamientos hubiese podido tener Abraham. "¿Por qué tengo que dejar mi seguridad y comodidad, para emprender un viaje cuyo destino no conozco?", "¿Será que Dios verdaderamente puede darnos un hijo, a pesar de nuestra edad?" O, "¿Por qué Dios me está pidiendo que haga un sacrificio humano, si nunca antes lo había hecho? ¿Cómo voy a tener una gran descendencia, si le quito la vida al único hijo que tengo?"
Cuando pasamos por pruebas, nuestra mente es susceptible a llenarse de dudas y cuestionamientos. Abraham no fue un hombre perfecto ni sin sufrimientos. Tuvo equivocaciones, tuvo que esperar con paciencia a que se cumpla la promesa de Dios, tuvo que enfrentar circunstancias adversas. Pero hay algo de su vida que debe quedar grabado a fuego en nuestros corazones: A pesar de sus circunstancias, Él confiaba en quién era Dios. Su fe no estaba en lo que veía o en lo que le parecía lógico, sino en lo que conocía de Dios, y en base a esa fe vivió.
Quien lo llamaba a emprender un viaje con destino desconocido, era el Dios que lo conoce todo. El que le dijo que haría algo que no era naturalmente posible, era el Dios de lo imposible. Aquel que le pidió que entregara a su amado hijo, no era nada menos que el Dios digno, poderoso, fiel y bueno.

Si durante una prueba miramos nuestras circunstancias, nuestra fe se puede esfumar de un momento a otro. Pero si en la prueba nos enfocamos en las promesas de Dios y en quién es Él, todo cambia. En las pruebas, podemos:
1. Conocer lo que hay en nuestro corazón. (Deuteronomio 8:2, 2° Crónicas 32:30)
2. Conocer más de Dios. (En el sufrimiento vas a poder conocer que Dios es tu consuelo; en la soledad vas a poder conocer que Él es la mejor compañía; en cualquier situación, vas a poder conocer que Él es fiel.) Él usa las pruebas para enseñarnos y purificarnos. (Job 23:10)

Pensemos...
- ¿Por qué pruebas pasé, o estoy pasando?
- ¿Cuestioné lo que Él hizo / hace / me pide? ¿Qué reina en mi corazón: mis dudas o Su palabra?
- ¿A qué promesas, y a qué características de Dios debo aferrarme durante las pruebas?

Cuando cambiemos los temores por la fe, cuando decidamos como Abraham creer ciegamente en Sus promesas, cuando obedezcamos aún sin entender, cuando tengamos esperanza a pesar de las circunstancias, cuando nos juguemos por Dios dejando a un lado las baratijas que este mundo nos ofrece... vamos a honrar a Dios con nuestra fe, y esa fe nos va a permitir experimentar el poder y la fidelidad de Dios de maneras que ni siquiera imaginamos. ☺




"Nunca tengas miedo de confiar un futuro desconocido a un Dios conocido."
- Corrie ten Boom

Caminando con Dios


¿Cómo era el mundo hace miles y miles de años atrás? ¿Cómo vivían las personas? ¿Existía el pecado?
En el año 3404 a.C , podemos leer en la biblia, que la tierra estaba llena de pecado, había maldad en los hombres y la conducta pecaminosa e impía era habitual. Fue durante ese período de degradación espiritual cuando apareció en escena Enoc, quien después de casi cinco siglos de la muerte de Abel, fue distinguido por ser un fiel siervo de Dios.
En nuestro tiempo, ¿Se puede ser integro en un mundo lleno de iniquidad? ¿Cómo supero Enoc las dificultades que lo rodeaban? ¿Qué nos enseña su integridad?
Su fe desempeñó  un  papel  fundamental  en su buena relación con Dios, caminó con El a pesar de la maldad que lo rodeaba.
Andar con Jehová  implica tener una comunión e intimidad con el y a nosotros, para  seguir su ejemplo nos hace falta más que el mero conocimiento, necesitamos el deseo de mantener una estrecha relación con Dios. Debemos ser conscientes de lo que El aprueba, dejarnos guiar por su palabra y sobre todo obedecer para que nuestra forma de actuar y pensar le complazca.
Eso es lo que hizo Enoc por cientos de años. De hecho, la forma del verbo hebreo que indica que “anduvo” con Dios expresa una acción continua y repetitiva. No le habrá sido fácil servir a Dios, tomando en cuenta la iniquidad que lo rodeaba. Pese a todo, Enoc practicó con valor la fe verdadera.
Es lógico suponer que Enoc soportó un gran rechazo; tal vez, irritantes burlas. Sin embargo,  no se dejó intimidar. Sabía lo que él  debía hacer: Obedecer  y servir a Dios, sin importar lo que sucediera.
La vida de Enoc no es muy diferente a la de los cristianos hoy en día; El mundo era: violento, blasfemo e impío. ¡¡El era diferente !!, tenía fe y era obediente.

"Fue por la fe que Enoc ascendió al cielo sin morir; «desapareció, porque Dios se lo llevó». Pues antes de ser llevado, lo conocían como una persona que agradaba a Dios."
Hebreos 11:5 (NTV)

 Si seguimos su ejemplo,  damos el paso de fe y decidimos caminar todo los días con Dios, El nos fortalecerá y nos dará valentía para afrontar cualquier problema.

Así como Enoc, debemos lograr tener FE VERDADERA.

miércoles, 30 de marzo de 2016

Como el diamante



Por tanto, en Él se alegrará nuestro corazón, porque en su Santo Nombre hemos confiado.” Salmos 33:21

   No es necesario ser un experto en minería para reconocer la hermosura de un diamante, y es que es uno de los minerales más caros que existen, no sólo por su belleza, sino por su pureza y por la dificultad con la que se encuentra.

   De por sí el diamante es bello, pero cuando es colocado frente a un fondo negro, el contraste con la oscuridad hace que parezca más brillante. Y es posible seguir resaltando su esplendor: si colocamos una luz sobre él, se acentuarán aún con más intensidad cada uno de sus detalles. 

  ¡Lo mismo sucede con la alegría! Es muy fácil alabar a Dios, hacer su voluntad y servirle, cuando estamos en nuestros mejores momentos, cuando nos va bien. Pero no tenemos tantas ganas cuando estamos pasando por algún problema, o estamos cansados. Como dice Santiago capítulo 1 versículo 2: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. 

¡La verdadera alegría resplandece aún más frente a la aflicción! ¡Como el diamante frente al fondo negro!
   Pero no confundamos felicidad con alegría. La felicidad es producto de las emociones y las situaciones. Mientras que la alegría es más que un simple sentimiento, más que una circunstancia, más que algún logro, o algo que esté sujeto a nuestra fuerza de voluntad. Es un fruto del Espíritu. La alegría está ligada del todo a nuestra relación con Jesús, porque tiene sus raíces en Dios, y nuestro Dios es más grande que cualquier problema. Es una manifestación de la obediencia, es el Espíritu santo quien produce alegría a medida que permanecemos en Cristo. Es mirar más allá de lo que parece ser verdad en nuestra vida, para ver lo que es verdad acerca de nuestra vida en Él. 

¡Que nuestro corazón esté gozoso a pesar de lo que suceda a nuestro alrededor y que los malos momentos no nos arrebaten las ganas de adorar!

Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:10