sábado, 12 de septiembre de 2015

Los buenos, los malos, y los tibios


Hoy quiero desafiarte, confrontarte y animarte.

Muchas veces arrancamos nuestra carrera en la vida cristiana pero con el tiempo y las circunstancias empezamos a decaer, a mirar a otras metas, caminar en vez de correr.
Tenemos tres grupos en los cuales nos podemos identificar, estás en uno y solamente uno de estos, y vos lo sabes.

Mira lo que nos dice Apocalipsis capítulo 3, versículos 15 y 16
Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.

No sé si entendes de que estamos hablando. Tenes tres opciones: FRÍO, TIBIO, CALIENTE.
Te invito a que te tomes un minuto y mires tu vida, y examines tus actos, dichos, pensamientos, tu forma de ser y actuar. Solo vos sabes cuál es el lugar en el que estas.
Analicemos ahora el contexto y veamos qué es lo que dice Jesús en esta carta:
»Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea:
Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano de la creación de Dios: Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca. Dices: “Soy rico; me he enriquecido y no me hace falta nada”; pero no te das cuenta de que el infeliz y miserable, el pobre, ciego y desnudo eres tú. Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para que te vistas y cubras tu vergonzosa desnudez; y colirio para que te lo pongas en los ojos y recobres la vista.
Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Por lo tanto, sé fervoroso y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.
Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, que oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

Está hablando Jesús afirmando quien es para decir que conoce las obras. Dios conoce cada una de tus obras y las intenciones con las que haces cada una.
¡Ojala fueses frío o caliente! ¡Eres tibio! ¿Te das cuenta de la gravedad del asunto? Creo que no hace falta aclarar la reacción que tenemos a lo tibio, algo que no está decidido, alguien que vive una vida a medias y como le conviene.
Les habla y dice que son egoístas, orgullosos, que creen tenerlo todo pero no tienen nada.
Dice: “Yo reprendo y disciplino a todos los que amo.” ¡Ese es Papá! El que te dice: no quiero que vivas del modo en que lo haces. ¡Te amo! Necesito que cambies, necesito que me busques, necesito que me hables.
Pero nuestro orgullo nos impide poder hacerlo, y Dios tiene que disciplinarnos, con amor, pero es necesario la corrección del Padre del amor. Además te promete un premio, promete que te sentarás con él en el trono, pero es tu decisión, nadie lo puede hacer por vos.

Esta es su invitación: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.” (v20)
¿Estas? Él está tocando tu puerta. Vos sos el que debe decidir abrirla o no, aceptar que él esté con vos y vos solamente con él.
La única solución para dejar de ser tibios es ARREPENTIRTE (v19), vuélvete a Dios, él te está esperando. No demores más en empezar a vivir como a él le agrada.

Tomate unos minutos para charlar con Papá, abrile la puerta y charlen un rato. Aun tenes tiempo.

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