miércoles, 23 de septiembre de 2015

Ayin



121 Juicio y justicia he hecho;
    No me abandones a mis opresores.
122 Afianza a tu siervo para bien;
No permitas que los soberbios me opriman.
123 Mis ojos desfallecieron por tu salvación,
Y por la palabra de tu justicia.
124 Haz con tu siervo según tu misericordia,
Y enséñame tus estatutos.
125 Tu siervo soy yo, dame entendimiento
Para conocer tus testimonios.
126 Tiempo es de actuar, oh Jehová,
Porque han invalidado tu ley.
127 Por eso he amado tus mandamientos
Más que el oro, y más que oro muy puro.
128 Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas,
Y aborrecí todo camino de mentira.



A lo largo de la biblia, nos podemos dar cuenta que en ella no hay problema sin solución, ni dificultad, sin que Dios no tenga una palabra de ánimo y consuelo,  o si nos estamos equivocando, de corrección.  La Biblia es perfecta, nos enseña a vivir y nos proporciona todas las herramientas necesarias para hacerlo. Por eso el salmista la amaba, más que a cualquier cosa, más que al oro puro (V.127). 
¿Saben lo valioso que es el oro puro? Simples alhajas de este metal, mínimamente mezclado con otros metales, valen miles, y hasta millones. Muchas veces nos cuesta amar la Biblia más que a cosas materiales y le damos valor a cosas insignificantes; nos es difícil reconocer el precio incalculable que posee. Pero como el escritor de este salmo, es necesario desfallecer por la Salvación y por la Palabra de Su justicia (V. 123), porque vivimos en un mundo injusto y pecador.

En todo este pasaje, el escritor le pide a Dios tres cosas en general: que le enseñe sus estatutos, que no lo abandone y que le dé entendimiento.  
Él rogaba que no lo desampare, que no lo deje caer frente a las personas que desean su mal y los soberbios, que muchas veces son nuestros vecinos, compañeros de trabajo, gente que nos rodea, que vive y sigue los caminos del mundo, y no la Ley de Dios (Vs. 121, 122). Pero él, antes de pedirle esto a Dios, tomó una decisión: amar la Palabra y rechazar el camino de mentira, el camino del mundo (V. 128).  
Como dije antes, él amaba tan profundamente las Escrituras, que no había cosa material que fuera más relevante que los Mandamientos. Por eso, él le entregó su vida a Jehová, se hizo su sirvo, dejó que Él dirija sus pasos (V. 124). Al ser tan importantes las Palabras para él, le pidió a Dios sabiduría para entenderlas, porque deseaba comprenderlas y meditarlas con todo su corazón (V. 125)

Nosotros debemos hacer lo mismo, pedirle que nos enseñe lo que desea que hagamos; debemos amar y desear con nuestro ser  seguir sus Estatutos, porque al igual que en la época que fueron escritos estos versos, hoy existen quienes intenten invalidar su Palabra, que desean disminuir su poder y su trascendencia (V. 126), y para estar firmes frente a esto, es necesario conocer la Biblia y comprenderla.
 Nosotros somos sus siervos, es tiempo de actuar… 





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