¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos?
Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios. 1 Corintios 6:19-20 (RVC)
El hecho de que seamos templo del Espíritu Santo implica una sola cosa.
Habita en cada uno de nosotros. Así de simple y sencillo.
Para que esto suceda hubo que pagar un precio que cancelara la deuda que teníamos con Dios.
Cristo con su sangre pagó el precio necesario para nuestra liberación, ahora le pertenecemos.
Al ser cancelada la deuda por nuestros pecados obtenemos una posición totalmente distinta delante de Dios, el verso 11 del capítulo antes mencionado indica que somos justos y santos delante del Todo poderoso.
Antes de la Cruz de Cristo la presencia de Dios moraba en un santuario de piedra, pero ahora habita en uno de carne, se halla en nosotros los Justos y Santos en Cristo, comprados por su sangre.
El aliento de Pablo es a una vida Justa y Santa. Una vida Práctica que corresponda con la Posición que tenemos.
Que valoremos el alto precio que fue pagado por usted, y el privilegio de ser hoy Santuarios Portátiles de un Dios Santo y Poderoso.
Ya no somos dueños de nosotros mismos. Ya no vivimos en el pecado.
Tenemos una Posición nueva en Cristo, y en nuestro andar cotidiano, nuestra Vida Práctica es necesario corresponder a esa posición que hemos alcanzado gracias al sacrificio de Cristo.
Ya que el Espíritu Santo de Dios, habita en nosotros, debemos llevar su presencia a todo lugar donde estemos, seamos verdaderos representantes del Dios de amor y misericordia. Que todos puedan ver la Luz que se halla en nosotros.
Si te das cuenta de que tu vida Práctica no se asemeja a tu Posición en Cristo, que tu santuario, tu cuerpo no se encuentran limpios y en orden para que allí habite el Santo y Justo, te motivo a que te acerques a Dios con un corazón sincero, humilde y arrepentido, pídele lo siguiente:
Señor reconozco que hoy Cristo esta a la puerta y llama, abro la puerta de mi corazón para que el cene conmigo. Quiero vivir en tu presencia con continua comunión. Necesito que el fuego del Espíritu Santo consuma las impurezas de mi interior. Quiero sumergirme en tu palabra de tal modo que brote dentro de mi el hacer tu voluntad.
Con todo mi corazón busco tener intimidad con el Dios santo, justo y amoroso, pero por sobre todas las cosas quiero serte Fiel.
En el nombre de aquel que venció la muerte, Jesús de Nazaret. Amén.
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