martes, 19 de mayo de 2015

Juntando lágrimas


Si alguna vez lloraste cuando algo terminó, cuando alguien se fue, cuando no dabas más, cuando alguien te lastimó, cuando te enojaste demasiado, cuando fallaste, cuando no había esperanzas... sos bienaventurado. ¡Jesús lo dijo!
"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación." (Mateo 5:4)
La tristeza, el llanto, las lágrimas, no son algo que Dios ignora, aunque en momentos de mucha angustia pensamos que así es.
Dios conoce nuestras lágrimas.
David escribió:
"Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro." (Salmo 56:8, NTV)
Aquel que nos creó con emociones y sentimientos, es el mismo que está a nuestro lado cuando pasamos por cada uno de ellos. David expresó en un sentido poético que Dios presta atención a lo que nos pasa; Él conoce esos momentos cuando estuvimos solos llorando en nuestra habitación, cuando tuvimos que ser fuertes y seguir a pesar de la angustia, y más momentos que quizás sólo vos y Él recuerdan. Lo interesante, es que...

Dios permite nuestras lágrimas.
Jesús mismo nos dijo que íbamos a tener aflicción en este mundo. Del dolor, el sufrimiento y la tristeza nadie se salva; lo bueno es que junto a Él, todo puede ser distinto. Si entendemos que Dios permite cada situación, podemos confiar en que Él tiene un propósito detrás de lo que hace, aunque ahora no lo veamos (Pero vivimos por fe, no por vista, ¿no?) (Mirá Eclesiastés 7:14). Si amamos a Dios de verdad, y nos acercamos a Él para ver las cosas desde Su perspectiva, al final vamos a poder entender que todo obra para bien (Ro. 8.28).  Y no sólo las permite, sino que...

Dios provoca nuestras lágrimas.
"Señor, yo sé que tus juicios son justos, y que por tu fidelidad me afligiste." (Salmo 119:75)
La Biblia nos explica que hay una tristeza que viene de Dios. "¡¿Cómo es eso?!" quizás te preguntás. Pablo le escribió a los Corintios:
"...Ustedes se entristecieron tal como Dios lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera los hemos perjudicado. La tristeza que proviene de Dios produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte." 2° Corintios 7:9-10
¡Es el peor mejor sentimiento! No se siente bien, pero sí nos hace bien. El sentir tristeza por haber ofendido a Dios, por haberle fallado, por habernos desviado de Su voluntad, es lo que nos lleva al arrepentimiento y de vuelta a Él. Cuando los momentos difíciles nos hacen buscarlo a Él, nos hacen más bien que mal. No sólo importa lo que sentimos, sino también qué hacemos con eso que sentimos. Y es que...

Dios quiere usar nuestras lágrimas... en nuestra vida:
Eclesiastés 7:3 dice: "Es mejor el llanto que la risa, porque la tristeza tiende a pulirnos." (NTV)
Pablo escribió: "Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza."
¡Y David también lo vivió! "El sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos." (Salmo 119:71, NTV)
Dios usa nuestras tristezas para pulir nuestro corazón, para hacernos crecer y madurar, para mostrarnos que sin Él no somos ni tenemos nada (Salmo 16:1-2), para que lo conozcamos mejor. Si nunca nos faltaría nada, ¿cómo conoceríamos que Él es nuestro proveedor? Si nunca estuviéramos tristes, ¿cómo conoceríamos que en Él se encuentra la fuente inagotable de consuelo? Si nunca nos hubiesen dejado solos, ¿cómo conoceríamos que Él es el que nunca nos abandona? Si nunca pasáramos por dificultades, ¿cómo conoceríamos que Él es quien nos puede dar las fuerzas para enfrentarlas? (Filipenses 4:13) Si todo siempre estuviera en orden, ¿cómo conoceríamos que Él es Rey aún en medio del caos? Dios quiere usar nuestras lágrimas para cambiar así nuestro corazón.

Dios quiere usar nuestras lágrimas... en la vida de los demás:
El capítulo 11 de Juan nos cuenta el momento cuando Lázaro, el amigo amado de Jesús, muere. Jesús conocía estaba al tanto de toda la situación, y estaba en control. Pero vemos que, al llegar a donde estaba su tumba y María, ¡Jesús lloró!  Pero... ¿por qué, si Él conocía toda la situación y podía cambiarla? Porque entendía que consolar no es decir un par de frases vacías prometiendo que todo va a estar bien; en realidad, encontramos consuelo cuando otro comprende y comparte el dolor que nosotros estamos sintiendo (Josh McDowell).
Jesús usó sus lágrimas para consolar a otros.
"Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es nuestro Padre misericordioso y la fuente de todo consuelo. Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros. Cuando otros pasen por dificultades, podremos ofrecerles el mismo consuelo que Dios nos ha dado a nosotros." (2 Corintios 1:3-4, NTV)
David sentía que Dios guardaba en un frasco las lágrimas que él derramaba.
Quizás hoy, vos te encontrás guardando lágrimas en tu propio frasco, tu corazón... teniendo heridas que aún no sanaron, guardando cosas que todavía no perdonaste, sintiéndote triste por eso que quizás sólo vos sabés...
La verdad es que Dios conoce tus lágrimas; Él las permitió y las permitirá; Él es quien muchas veces las provoca. Él las quiere usar para trabajar en tu vida y en la de los demás. ¿Y si le entregás hoy tus lágrimas y tu corazón a Dios?
Que el Salmo 31 sea nuestra oración hoy y en cada momento de lágrimas.
"En ti, SEÑOR, busco refugio... Inclina a mí tu oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi salvación... Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma... Tenme compasión, SEÑOR, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo! La vida se me va en angustias, y los años en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando... Pero yo, SEÑOR, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios.» Mi vida entera está en tus manos... En mi confusión llegué a decir: «¡He sido arrojado de tu presencia!» Pero tú oíste mi voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras. Amen al SEÑOR, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido. Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el SEÑOR esperan."
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva... Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas." (Apocalipsis 21:1-5)

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