El día después de la muerte de Jesús fue muy difícil para los discípulos. Estaban confundidos, con miedo de que lo mismo que le había ocurrido al Maestro les ocurra a ellos. Encerrados en habitaciones con llave e incluso temeroso hasta de ir al entierro de Jesús, e incluso mandaron a las mujeres a que se ocupen del cuerpo. Hecho éste bastante interesante ya que a pesar de que el Señor había ido en contra de las costumbres de guardar el sábado con restricciones y sin misericordia, estas mujeres esperaron hasta el domingo temprano para completar el procedimiento de embalsamamiento. Lo que demuestra que a los discípulos se le había venido el mundo abajo, estaban tan asustados que temían de seguir incluso las enseñanzas de Jesús. Imagino el momento todos encerrados, sentados mirándose las caras, algunos llorando, totalmente anonadados, nerviosos de que en cualquier momento golpeen la puerta y los vengan a buscar a todos para matarlos. Desesperanzados y consternados, el Mesías, el que "había de redimir a Israel" había sido asesinado.
Sin embargo, las que aparecieron por la puerta fueron las mujeres con una noticia que les pareció imposible e increíble, alocada, menos a Pedro, que salió corriendo a ver. Pero pesar de todo lo que el Señor les había dicho de que era necesario que muera y luego resucite, Pedro necesitó confirmarlo con sus propios ojos. También se les apareció a los dos discípulos tristes que iban de camino a Emaús, y ellos no creyeron hasta que Jesús bendijo el pan y lo partió, recién cuando vieron esa señal creyeron. Pero cuando fueron a contárselo a los demás no les creyeron tampoco.
Mientras se debatían si era cierto que estaba vivo o eran alucinaciones, si estaban locos o era real, confundidos, desorientados, escépticos algunos, aparece Jesús en persona. Imagínense el temor de verlo ahí en medio, el que había muerto, una mezcla de miedo aterrador y gozo. Pero era cierto, ¡Jesús estaba vivo!. La actitud del Señor es de: " ¡Ey!¿Por qué están asustados y sorprendidos? Soy Yo ¿No les dije que esto iba a suceder? ¡Tontos y tardos para creer!". Incluso días más tarde a Tomás le hizo poner la mano en sus cicatrices para que creyera.
"¡Bienaventurados los que no vieron y creyeron!" Aquí entramos nosotros, los creyentes, no vimos a Jesús en carne y hueso, ni antes ni después de su resurrección, no vimos la piedra corrida, no vimos sus cicatrices, pero aún así nuestra fe está, creemos en lo que hizo, que se entregó por nosotros, que ocupó nuestro lugar en la cruz y pagó por nosotros. Creemos también en lo que hace, porque podemos ver su mano día a día en nuestra vida, porque sabemos que hay cosas que nos exceden, sobrepasan nuestras fuerzas y si las dejamos en sus manos Él las soluciona conforme a su voluntad.
Muchas veces somos también así, queremos ver para creer, o ante los problemas y adversidades decaemos, nos desesperamos, pensamos que es nuestro fin, aún cuando Dios ya nos confirmó que estará con nosotros pase lo que pase. No hay nada que pueda superar el amor de nuestro padre y a su fidelidad. No seamos encontrados por el Señor como personas que perdimos la fe en Él, esperemos confiados, ya recibimos su promesa.
Jesús luego de su muerte nos dejó su Espíritu, que mora en los cristianos desde aquellos días, es Jesús mismo que está dentro nuestro y nos da poder para enfrentar lo que nos propongamos, para ir y transmitir a todo el mundo lo que nos fue transmitido, las buenas nuevas, que el Maestro venció a la muerte, que... ¡Está vivo!.
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