“y dijo: Desnudo salí del vientre
de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre
de Jehová bendito.” JOB 1:21
Hace muy pocos días que empezó el
año. Tal vez hasta te acordás de la cena de víspera o de lo que hiciste después
de doce. La gente en la calle sigue todavía alterada, por la llegada del nuevo
año. Siempre pasa. Es algo típico. Son costumbres. Todos los años es lo mismo.
Al igual pasa con las metas que nos
ponemos a principio de año. Comenzamos el primero de enero creyéndonos las
personas más poderosas, más organizadas, más planificadas, más y más y más.
Tenemos todo calculado y en un amplio sentido. Es como que si por un día
sintiéramos que nuestro estudio, trabajo, ministerio, relaciones, familia y
casa están en un equilibrio perfecto de organización y así se van a quedar por
364 días más. Exactamente lo mismo pasa con lo que esperamos de Dios. Ya
tenemos la listita de supermercado armada, pensada, y casi concretada de lo que
Dios nos va a dar este año. Cada bendición, ya está pensada por nosotros, no
hay sorpresas, porque, como no siempre son buenas, preferimos que no haya, que
todo sea de acuerdo a nuestra estrategia.
¡Qué humanos mediocres, aburridos, e
incrédulos que somos en estos días! Si, somos eso. No importa que hayas puesto
en alguna red social que querías que el 2015 te sorprenda o que estabas
esperando todo lo que Dios había planeado para este año. Lo somos. Es así.
¿Sabes por qué te digo todo esto? Porque seguramente, cuando hiciste un balance
del año pasado, no pensaste que fue un buen año, que todo lo que te pasó fue de
bendición, de crecimiento.
Porque te pasaron cosas buenas,
capaz aprobaste todas las materias, pasaste de año, conseguiste trabajo, te
casaste o pusiste de novio, hiciste nuevos amigos, empezaste un ministerio,
pero también, las cosas en tu casa están cada vez peor, tus amigos dejan de
congregarse, la salud puede jugar en contra, la economía está apretando más que
nunca, estás desanimado, no tenes esperanza. Todo esto nos desestructura, nos
rompe las expectativas, nos da un sacudón y nos marea. Mira el versículo clave.
Job lo tenía todo. Todo lo que uno se pueda imaginar que alguien puede tener, y
de un momento al otro, queda sin nada. En la calle, enfermo, sin familia ni
amigos. Pero algo que nunca le falto, y es lo que no nos tiene que faltar a
nosotros, es la fe, la confianza, la certeza de que Dios siempre está detrás de
cualquier situación en nuestra vida y que él que ve las cosas en 360°, que sabe
lo que necesitamos, y cuando lo necesitamos. Que nunca va a permitir nada para
nuestra destrucción. Todo lo contrario. Él quiere edificarte, hacerte crecer,
que tengas más confianza en Él, en sus planes, en sus bendiciones disfrazadas.
Este año, no te limites a esperar y
disfrutar de lo que vos queres que Dios te dé. Este año pensá que Dios tiene
muchas sorpresas para darte, tiene algunas cosas para quitarte, pero que Él es
el Rey de reyes y Señor de señores y su nombre es bendito. Jehová bendito. Y
nunca va a desprotegerte y abandonarte. Disfruta de lo que Dios tiene preparado
y velo así, como Job. Dios te bendiga.
"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis." Jeremías 29:11
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