Jesús dijo:
"¿Por qué me llaman 'Señor, Señor' y no hacen lo que les digo?" (Lucas 6:46)
Muchas veces he usado la palabra "Señor" para empezar a hablar con Él, pero en este último tiempo viví distintas experiencias que me hicieron replantearme: ¿Para mí, realmente es Cristo el SEÑOR de mi vida? ¿Por qué lo llamo 'Señor, Señor' sin comprender y vivir lo que eso significa?
"Señor" es una de las tantas maneras que solemos usar para referirnos a Él. Uno de los varios significados de esta palabra, y al que Jesús estaba haciendo referencia en ese momento, es el de "propietario, dueño, amo" (como en Mateo 6:24 y Romanos 14:4). Un amo es quien tiene personas a su servicio (siervos), cuyas vidas le pertenecen o tiene derecho sobre ellas.
Estudiando la vida de José pude darme cuenta de que él fue alguien que entendió muy bien que Dios era el Señor de su vida. Vivió circunstancias muy difíciles y también otras muy buenas, y ya llegando al final de su historia, algunas las palabras más importantes que dirigió a sus hermanos fueron éstas:
"...no se pongan tristes, ni lamenten el haberme vendido, porque Dios me envío aquí, delante de ustedes, para preservarles la vida (...) Así que no son ustedes quienes me mandaron acá, sino Dios, que me ha puesto como padre del faraón y señor de toda su casa, y como gobernador de toda la tierra de Egipto." (Génesis 45:5-8)
Quiero compartirte lo que aprendí de Dios, al pasar por distintas vivencias y al mirar la vida de José.
1. Dios es soberano.
Él tiene poder y autoridad sobre todas las cosas. Él reina sobre cualquier circunstancia (Hasta el viento y el mar le obedecen! -Mateo 8:27) y sobre cualquier situación interpersonal (como en la vida de José). Las cosas suceden de una determinada manera porque Él lo decide, lo permite así. Y no sólo eso, sino que tiene propósitos, y tiene poder para transformar lo malo en bueno. (Génesis 50:20)
# Él está en control de todo. No nos debe explicaciones de lo que sucede; nosotros le debemos la confianza de que todo lo que Él permite es para nuestro bien (Romanos 8:28). Confiemos en Él.
2. Dios es sabio.
Él conoce qué es lo mejor para nosotros; cuáles son nuestros anhelos, nuestros dones y talentos (¡porque Él mismo los puso ahí!). Conoce las personas a las que podemos bendecir, las que nos bendecirán a nosotros, y las que nos harán mal. Conoce los desiertos espirituales a donde nos envía, y conoce las bendiciones que por Su gracia nos concede. Conoce las oraciones aún no respondió.
# Dios sabe lo que está haciendo en tu vida, lo que hizo y lo que todavía irá a hacer. Sus planes son perfectos y son para nuestro bien. Descansemos en nuestro sabio Dios y pongamos todo en Sus manos. Sabiduría es ver la vida como Dios la ve... busquémosla.
3. Dios es SEÑOR.
Él no precisa pedirnos permiso para obrar en nuestra vida, ni preguntarnos si estamos de acuerdo con lo que Él piensa hacer en nosotros (¡y gracias a Él por eso!). Reconocer el Señorío de Cristo y estar dispuestos a rendir nuestro corazón a Él en cada aspecto de nuestra vida, nos da descanso, paz y estaremos contentos, porque estaremos haciendo lo que Dios quiere para nuestra vida, y eso es lo mejor.
A Él, como nuestro Señor, le debemos nuestro servicio y nuestra obediencia en amor. Es nuestro amo, y es el mejor que podemos tener; porque también es nuestro amigo.
"Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén." (1° Timoteo 1:17)
Si nunca le entregaste tu vida a Jesús y Él todavía no es Señor de tu vida, no pierdas más tiempo lejos de Él.
"Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." (Romanos 10:9-10)
Jesús... sé el Señor de mi vida.
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