miércoles, 12 de agosto de 2015

Casa sobre la roca



24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.» Mateo 7:24-27 


Cuando se inició la construcción de la famosa Torre de Pisa en 1173, los arquitectos pretendían que fuera un edificio como cualquier otro. Pero cometieron un gran error en el cálculo de sus cimientos y ésta comenzó, sin remedio, a inclinarse. De todas las maneras posibles, intentaron resolver el problema, pero cada vez se inclinaba más. Todo era inútil, porque la base ya estaba hecha. Los cimientos son lo más importante de una construcción, porque son lo que la mantiene aferrada al suelo, equilibra las fuerzas y cargas de la misma, permitiéndole que se conserve estable. 

Nuestra vida, es como una casa, con la diferencia de que nuestros cimientos pueden ser cambiados. Debemos establecer nuestra base en Cristo, para que así, en los momentos de dificultad, en donde los problemas golpeen contra nosotros, nos mantengamos en pie, al igual que la casa  del hombre prudente. 

“Porque tú eres mi roca y mi castillo; Por tu nombre me guiarás y me encaminarás.” Salmos 31:3. El Señor debe ser la roca en la que nos apoyemos en todo momento y Él nos mantendrá a salvo de los vientos y lluvias que quieran derribarnos. Pero para fundar nuestra vida sobre Él, no solo debemos escuchar su Palabra, sino ponerla en práctica. “No se contenten sólo con escuchar la Palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.” Santiago 1:22. Éste pasaje es muy claro con lo que expresa. De nada sirve conocer lo que Dios nos dice si no es una realidad en nosotros. El hombre necio, al igual que el sabio, escuchó la Palabra, pero decidió dejarse llevar por sus propios pensamientos o por el entorno, y edificó sobre ello, sin percatarse de lo limitados que somos los humanos y lo que nos rodea. Por el contrario, lo dicho por nuestro Dios es ETERNO: “La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre.” Isaías 40:8
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.” Mateo 24:35

El hombre sensato actuó diferente, obedeciendo los caminos del Señor y por ello fue bendecido. Nosotros  debemos actuar de la misma manera y dejar que Dios nos conduzca y nos enseñe, que tenga un control férreo sobre cada uno, y nuestra vida también será bendecida: “Dichosos más bien —contestó Jesús— los que oyen la palabra de Dios y la obedecen.” Lucas 11:28

Y vos, ¿dónde fundaste tus cimientos…?

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