miércoles, 31 de agosto de 2016

Quejas sobre quejas

Resultado de imagen para queja“Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!” Números 11:4
Cuando uno observa al pueblo de Israel, sus rebeliones contra Dios, se pregunta: ¿Qué hacía a este pueblo protestar tanto contra Él? Este pueblo gozaba por lo menos de dos grandes favores: la presencia y la guía de Dios. En relación al primer favor, la presencia de Dios, esta se manifestaba en la gloria de Dios que descendía y llenaba todo el tabernáculo de modo que Moisés no podía entrar (Éxodo 40:34 y 35). Ellos podían experimentar manifestaciones visibles y audibles de su presencia (Éxodo 20:18-20). Sin embargo ellos murmuraban una y otra vez contra Él. Por otro lado, poseían la guía de Dios, ya que cuando la nube se alzaba sabían que tenían que partir y el lugar donde la nube paraba, ahí acampaban (Números 9:15-23). Esto nos lleva a pensar que si “disfrutáramos de esos favores” (y si los disfrutamos) no actuaríamos así. Pero no olvidemos, en Cristo, poseemos tales bendiciones espirituales y más.
Tenemos un montón de motivos para estar agradecidos con Dios y todos esos motivos se derivan de uno principal, sublime, hermoso, el más valioso de todos: la obra de Cristo efectuada a favor de nosotros. Sin embargo nos quejamos delante de Él, desconfiamos de sus perfectos designios. La desconfianza de los israelitas no tenía fundamento alguno. Habían gozado y experimentado la protección de Dios, su tierno cuidado y sus grandes y maravillosas obras. Pero pareciese que se olvidaron de todo aquello y murmuraron una vez contra Dios. Dios los reprendió, corrigió su pecado pero nuevamente volvieron a quejarse. Y ahora, ¿A raíz de que se quejaron de nuevo? La palabra de Dios dice que la gente extranjera que se había mezclado con ellos fueron los que se quejaron primero y el pueblo imitó su accionar. Esa gente extranjera tenía puestos sus ojos en las cosas de la carne, en lo terrenal, “en comida y en bebida”  y no estaban dispuestos a pasar por “el desierto de la prueba”.  Y así como los israelitas, ¿cuántas veces  nosotros también nos dejamos llevar por los comentarios de aquellos “extranjeros en las cosas de Dios” en sus quejas? Comenzamos a renegar de los momentos de pruebas que pasamos, tomamos como un perjuicio el hecho de que Dios nos haga pasar por ellas y nos olvidamos de los grandes beneficios que tenemos en Cristo. Dios les había dado a los israelitas pan del cielo y no habían tenido que trabajar para conseguirlo. Sin embargo, ellos lo despreciaron como si hubiera sido más una maldición que una bendición: “y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos” (Números 11:6).
Actuamos igual cuando despreciamos las bendiciones obtenidas por la salvación efectuada por Cristo, el pan de vida. Le despreciamos a Él ¿Qué acaso no es lo único que puede satisfacernos  por completo? Es ahí cuando no nos diferenciamos con las personas del mundo que no conocen al pan de vida. Somos capaces de llorar amargamente, de sentirnos los más desdichados cuando Dios no nos concede algo por alguna razón, aunque creíamos que era su voluntad concedérnoslo o incapaces de ser pacientes en esperar su voluntad ¿Cómo has actuado frente a una situación parecida? ¿Te has olvidado de lo que Él te dio en Cristo? ¿Te has olvidado de que Él es el Todosuficiente y bondadoso Dios?
Al final, Dios envía codornices y frente a la incredulidad de Moisés ante este milagro Dios le responde: “¿Acaso se ha cortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra o no.”  Cuando leemos este pasaje y tantos otros en la escritura, que muestran el gran poder de Dios y cómo interviene, esta última pregunta parece resonar en nuestras cabezas. Su Palabra es verdad, no dudemos de lo que Él hace en nuestra vida. Cuando empecemos a ver su obrar delante de nosotros no habrá lugar para la queja porque nos sabremos completos en Él.

"Tampoco deberíamos poner a prueba a Cristo como hicieron algunos de ellos, y luego murieron mordidos por serpientes. Y no murmuren como lo hicieron algunos de ellos, y luego el ángel de la muerte los destruyó. Esas cosas les sucedieron a ellos como ejemplo para nosotros. Se pusieron por escrito para que nos sirvieran de advertencia a los que vivimos en el fin de los tiempos." 
1 Corintios 10:9-11 (NTV)

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