“(…) Si la
vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las
rodillas, cobren nuevas fuerzas. Corran
por un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se
tuerza más”
Hebreos 12:12-13
(TLA)
Me tomó varios años aprender a cuidar mis tobillos
lesionados para que sanen.
Recuerdo tener que lidiar con dos o tres esguinces al año e
interrumpir mis entrenamientos, por el simple hecho de no tomar las
precauciones necesarias para que los mismos se fortalezcan.
Innumerables veces escuché a mi papá decirme “no corras
donde hay pozos”, “usa la tobillera cada vez que hagas actividad física”. Sin
embargo, muy pocas veces seguí sus consejos, y es que era muy agradable correr
por la tierra blanda (aunque con pozos), así como también desagradable usar la
tobillera que me causaba dolor e incomodidad.
De igual manera, sigo intentando aprender esta lección
aplicándola a mi vida espiritual.
Suelo esperar hasta quedar totalmente herida para volver a
los brazos del Restaurador.
Así como sé que mis tobillos laxos son propensos a
lesionarse, sé que hay determinados áreas de mi vida en los que soy débil; en
los que necesito de Dios para no lastimarme. Pero los seres humanos solemos ser
tan tercos que decidimos actuar a nuestra manera, somos tan cómodos que no
queremos esforzarnos en obedecer lo que Dios nos pide.
Hoy los invito a que juntos corramos, caminemos, o como sea
que les guste hacer la analogía; pero de la mano del Señor. Estando convencidos
de que aunque tal vez no nos lleve por el camino más cómodo, es el más seguro y
el que nos conduce a la salvación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario