domingo, 21 de agosto de 2016

Rehabilitación con Dios


“(…) Si la vida es como una carrera, y ustedes tienen ya cansadas las manos y débiles las rodillas, cobren nuevas fuerzas. Corran por un camino recto y parejo, para que el pie que esté cojo se sane y no se tuerza más”
Hebreos 12:12-13 (TLA)

Me tomó varios años aprender a cuidar mis tobillos lesionados para que sanen.

Recuerdo tener que lidiar con dos o tres esguinces al año e interrumpir mis entrenamientos, por el simple hecho de no tomar las precauciones necesarias para que los mismos se fortalezcan. 

Innumerables veces escuché a mi papá decirme “no corras donde hay pozos”, “usa la tobillera cada vez que hagas actividad física”. Sin embargo, muy pocas veces seguí sus consejos, y es que era muy agradable correr por la tierra blanda (aunque con pozos), así como también desagradable usar la tobillera que me causaba dolor e incomodidad.

De igual manera, sigo intentando aprender esta lección aplicándola a mi vida espiritual.
Suelo esperar hasta quedar totalmente herida para volver a los brazos del Restaurador.

Así como sé que mis tobillos laxos son propensos a lesionarse, sé que hay determinados áreas de mi vida en los que soy débil; en los que necesito de Dios para no lastimarme. Pero los seres humanos solemos ser tan tercos que decidimos actuar a nuestra manera, somos tan cómodos que no queremos esforzarnos en obedecer lo que Dios nos pide.

Hoy los invito a que juntos corramos, caminemos, o como sea que les guste hacer la analogía; pero de la mano del Señor. Estando convencidos de que aunque tal vez no nos lleve por el camino más cómodo, es el más seguro y el que nos conduce a la salvación.


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