miércoles, 3 de agosto de 2016

Dime con quién andas...


Y te diré quién eres...

   En las relaciones humanas, el entorno y las personas con las que nos relacionamos pueden dar un indicio de cómo somos o en qué creemos. Y es razonable pensar que en un grupo en el que nos desenvolvemos y nos sentimos cómodos, existe un vínculo o algo en común que nos une. 

   Nuestra personalidad es afectada por aquellos que son parte de nuestra vida, por lo que debemos ser celosos en escoger nuestras relaciones cercanas. Las personas nos influencian, así como nosotros influenciamos a otros, para bien o para mal. 

“El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado.” Proverbios 13:20

   Jesús se juntaba con los pecadores, con los enfermos, los que la sociedad rechazaba, y por eso era criticado por los religiosos. Pero no se dejaba influenciar por sus formas incorrectas de vivir, sino, que era Él quien les enseñaba la manera correcta de hacerlo. Sus convicciones eran más fuertes, las nuestras también deben serlo. 

   Debemos ser testimonio y ejemplo de los no creyentes, que los demás se conviertan a nosotros y no nosotros a los demás (Jeremías 15:19), teniendo en claro que somos instrumentos para que las personas lleguen al conocimiento del amor de Dios, del evangelio de Cristo. Nuestra misión es ser de influencia para ellos, constantemente reflejando a nuestro Salvador y  nunca dejando que nuestra fe flaqueé; siempre analizándolo todo, conservando lo bueno y dejando de lado lo malo (1 Tesalonicenses 5:21-22). 

“Vivan sabiamente entre los que no creen en Cristo y aprovechen al máximo cada oportunidad. Que sus conversaciones sean cordiales y agradables, a fin de que ustedes tengan la respuesta adecuada para cada persona.” Colosenses 4:5-6. (NTV)

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