miércoles, 17 de agosto de 2016

Tu única alternativa

Son diversas las formas y los motivos por los que las personas buscan a Dios o desean encontrar en Jesús una respuesta.
Jesús hizo miles de milagros, demostró su poder en reiteradas ocasiones, las personas acudían a Él en situaciones complejas y sin retorno, donde no alcanzaba con la sabiduría humana y sus recursos.

Encuentro que la vida esta llena de sorpresas y variadas situaciones. Pero cuando no hay nada que podamos hacer, cuando el dinero no es la solución, y nada hay que nos pueda ayudar es que experimentamos y volvemos a darnos cuenta de la fragilidad del ser humano. El dolor y la impotencia nos invaden, nuestra mente no puede pensar en nada más que lo que esta ocurriendo, nuestro animo esta por el piso y no hayamos lugar o cosa para recobrar fuerzas, una vez más descubrimos nuestra pequeñez, y todo se invierte para tomar tal vez su verdadero lugar. El dinero en el banco pierde su valor de uso, las compañías aseguradoras y de salud no pueden inventar clausulas que nos ayuden, y cualquier tarea que tengamos planificada se hacen a un lado.

El Evangelio según Mateo relata que en una ocasión un alto funcionario Judío en total desesperación fue a buscar al Maestro.
Su situación era extrema, su hija, una pequeña adolescente había fallecido, y con ella todo lo que este hombre pudo haber soñado realizar. El relato omite detalles, pero este hombre llamado Jairo había escuchado de la fama de Jesús y creía en lo que todos hablaban respecto de sus milagros. Y como alarma que interrumpe nuestro profundo sueño, la fe de que el Nazareno podía llegar a hacer algo atrapo la mente de este hombre. Sin dudarlo fue hasta donde Jesús, y este lo escucho y acepto actuar una vez más.

Había muy pocos antecedentes de milagros como el que el desconsolado padre necesitaba. Eso me hace pensar aún más en el hecho de que era casi imposible considerar esta opción como algo viable, para los que lo acompañaban era una completa locura e irracionalidad, por lo que querían convencer a Jairo de que desistiera en molestar a Jesús.
Como enrredadera que atraviesa ladrillo y cemento, se había arraigado en su corazón la posibilidad de que un milagro semejante pueda salvar la vida de su hija.
No se trataba de creer o reventar, había plena confianza en que Jesús era el hijo del Dios invisible y como tal podía devolver la vida de su hija. Seguramente las espectaculares historias que conocía acerca de su creador comenzaron a tomar sus pensamientos y lo condujeron sin frenos hacia el Hijo de David.

Si ponemos la lupa sobre las personas que buscaban a Jesús, vamos a notar que su fe lograba detener la marcha del Mesías. Sin embargo ninguno comprendía que Cristo había venido para hacernos salvos de nuestros pecados, pero a pesar de todo su fe se basaba en la creencia y firme convicción que el hijo del carpintero es el que habría de venir.
Nuestro salvador no perdía el tiempo mientras se preparaba para ir a la cruz y realizaba demostraciones de su poder en cada lugar donde los pequeños corazones angustiados y sin felicidad albergaban la posibilidad de un milagro más.
Tal vez estés en medio de una situación semejante y te sientas identificado con este padre desesperado, tal vez no pero tengas desafíos y cosas por lograr que te superen y necesites algo más que dinero y tus capacidades.

Que Jesús sea hoy tu refugio, tu única alternativa y lo busques de todo corazón, con toda tu mente y todas tus fuerzas.
Confía en lo que pueda lograr.

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