No podemos dar de lo que no tenemos. No podemos amar si no conocemos el amor, y no podemos perdonar si no hemos sido perdonados. Y muchas veces aun siendo perdonados, no actuamos de la misma forma en que Dios borró nuestros errores: nos lastiman y la herida permanece abierta en nuestro corazón. Pero echemos un vistazo a lo que la Palabra de Dios nos dice acerca del perdón:
"Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros." Colosenses 3:13
El primer paso para perdonar es ser perdonados, experimentar ese regalo de compasión, como Dios lo hizo con nosotros. Él podría haber escogido lo que realmente nos correspondía como pecadores, pero sintió misericordia y amor. Por eso decidió no tener en cuenta nuestros pecados y arrojarlos al fondo del mar cuando nos arrepentimos (Miqueas 7:19) . Tal vez pensemos que quien nos hirió no es merecedor de nuestro perdón, pero recordemos que nosotros tampoco merecíamos que Cristo cargue en la cruz nuestras culpas.
Perdonar es una decisión que va más allá de nuestros sentimientos y de lo que queramos, es una cuestión de actitud. No significa olvidar, no es tan sencillo, no se puede simplemente suprimir recuerdos de la memoria. Sino que significa recordar sin dolor ni rencor. Es ver que esa persona está en las mismas condiciones que yo y sentir compasión. Es tener presente que si yo fui perdonado, ¿por qué no perdonar?
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo." Efesios 4:32
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