“Y se acercó Abraham y dijo: ¿Destruirás también al justo con el impío?” Génesis 18:23
¡Qué
hermoso es saber que podemos acercarnos a Dios en oración! En este versículo
podemos ver como Abraham intercede solemnemente por Sodoma ante Dios y como Él,
en su entrañable misericordia responde a Abraham. Lo que más me llama la
atención de este pasaje es la avidez santa de Abraham en rogar por los justos
con la fe de que Dios no desatendería su pedido. Otro punto importante es el
hecho de que no pide que salve solamente a los justos sino que “perdone la
ciudad por amor de esos justos”. Un comentarista refiere a este versículo de
que Abraham “se jugó la vida” para acercarse a Dios y pedirle esto. Es hermoso
pensar en el ejemplo que nos da Abraham. Tendemos a ver lo malo del mundo, a
criticar lo pecadores y perdidos que están y que Dios los va a juzgar o decimos
“merecen ser castigados”. Por poco podemos caer en decir como Juan: “que
descienda fuego del cielo… y los consuma” (Lucas 9:54). Pero lo cierto es que
muchas personas no han sido confrontadas con su pecado, todavía en sus
corazones no se encendió la vela que muestra el polvo sobre la mesa, están
muertas en sus delitos y pecados y muchas veces olvidamos que nosotros también
estuvimos en su misma condición. Está bien odiar las obras malas del mundo y
confrontar a las personas con la verdad de su pecado pero está muy bueno aun
tomar el ejemplo de Abraham e interceder por ellas para que se arrepientan de
sus pecados y por su salvación. Si en vez de quejarnos inmediatamente oráramos
por ellos ¿No cambiaría algo? ¿No haría ninguna diferencia? ¿Acaso no
recordamos el versículo que dice “La oración eficaz del justo puede mucho”
(Santiago 5:16)? Ciertamente Abraham era justo por lo que estaba dispuesto a
interceder por un pueblo cuyo pecado se había agravado en extremo (Génesis
18:20). A nuestro padre le encanta que nos acerquemos a él en oración y más aun
sin en ella imitamos su carácter misericordioso y bondadoso, paciente con el
pecador no queriendo que ninguno perezca. Abraham apeló al carácter de Dios
porque le conocía (Génesis 18:25), era su amigo ¿Nuestra relación es tan cercana
a Dios que estamos dispuestos a “jugarnos la vida” por un mundo sin el
Salvador? ¿Qué pasaría si nos tomáramos un tiempo, un valioso tiempo, para
interceder ante nuestro Padre por nuestros gobernantes, por nuestros vecinos,
por nuestros familiares que no conocen de Dios? Que juntos como hermanos
sintiéramos el peso en nuestros corazones, la necesidad incesante por orar por
este mundo caído en el pecado ¿Haría alguna diferencia, cambiaría algo? Yo
estoy segura que sí, Abraham depositó su fe en ello y Dios se acordó de él
(Génesis 19:29).
No hay comentarios:
Publicar un comentario