miércoles, 13 de julio de 2016

Muralla eterna



"Que haya paz dentro de tus murallas, seguridad en tus fortalezas." Salmo 122:7 (NVI)


   En la antigüedad, los muros servían para proteger a las ciudades y evitar que los enemigos entraran fácilmente. Para los israelitas de Jerusalén, sus murallas eran la garantía de su seguridad; la mejor manera de resguardar la integridad de un pueblo era mantener altos sus muros y tener bajo vigilancia las puertas de entrada. 

   Hoy tenemos la misma necesidad de seguridad, pero no tenemos murallas que nos protejan como con las que contaba el pueblo de Dios. Y parece que cada día salir de nuestras casas implica enfrentarse a la inseguridad que abunda en las  calles. Los israelitas sabían que sus muros eran poderosos y altos, pero la seguridad que tenían no estaba solamente puesta allí. Estaba en el Dios que sostenía la ciudad y cuidaba la muralla. Podemos esforzarnos en lograr mejores medidas de seguridad, pero para lograr la paz en el alma y la tranquilidad interior, es esencial confiar en Dios.

   Él es la muralla incondicional, la fortaleza que te sostiene y cuida. Dios es la fuente de tranquilidad, es paz y cuidado para tu realidad insegura, es poder para tu sensación de estar indefenso. Dios es tu muralla eterna, que no cambia, ni se duerme, ni se derrumba.

"Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová."  Jeremías 15:20










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