“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”, Efesios 6:11-13.
Así también, nos sucede a nosotros. Todos tenemos nuestro punto débil, un aspecto en nuestra vida que nos hace flaquear o no nos dejar avanzar y crecer en Cristo. Y al igual que a Aquiles, tenemos al enemigo que espera sigilosamente el momento justo para lanzar su dardo venenoso, y así, paralizar nuestra vida. Como dice 1 Pedro 5:8: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”, el diablo busca la ocasión para hacernos caer y cortar la comunicación con el Señor.
Pero nosotros tenemos la oportunidad de ganar esa batalla, no con nuestra propia fuerza, sino que con la fortaleza y la armadura que Dios nos ha dejado, para salir victoriosos de los problemas y tentaciones que Satanás pone en nuestro camino. Nuestro Padre nos proporciona todas las herramientas justas para cubrir cada una de nuestras fragilidades y permanecer firmes. Sobre todo, debemos estar aferrados a Él, es nuestro escudo y nuestra protección, Aquel que nos mantienes en pie: “Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.” Salmos 3:3
Por eso, no debemos bajar la guardia, sino, que debemos entregar cada faceta de nuestra vida a Él, para que nos perfeccione y nos corrija, para que complemente nuestras deficiencias, y así glorificar Su Nombre.
“Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado, Por lo que se gozó mi corazón, Y con mi cántico le alabaré." Salmos 28:7
”Porque tú has sido mi refugio, Y torre fuerte delante del enemigo” Salmos 61:3
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