Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito
para que todo aquel que en él cree no se pierda,
mas tenga vida eterna.
Juan 3:16
Entre todos los astros del cielo, la Estrella Polar es la más útil para el marinero. Este versículo es una estrella polar porque ha llevado a Dios más almas que ningún otro de las Escrituras. Lo que la Osa Mayor es entre las constelaciones es este versículo entre las demás promesas.
Hay en este versículo algunas palabras que tienen un resplandor especial. Aquí tenemos el amor de Dios, al que se añade de tal manera para indicar su magnitud infinita. Viene después el Hijo de Dios, don único e inapreciable de este amor inmenso que no se manifestó de un modo completo hasta que el Hijo unigénito fue enviado del Cielo para vivir y morir por los hombres. Estos tres son los puntos más luminosos del versículo.
A continuación, tenemos la única condición que se exige: creer, que amorosamente indica el camino que debe seguirse para obtener la salvación de los pecadores. Esta condición se apoya en una amplia descripción: «todo aquel que cree». Muchísimos han encontrado lugar en esta expresión «todo aquel», que habrían quedado excluidos en otra más restringida. Aquí tenemos, pues, la gran promesa de que todos los que creyeren en Jesús no se pierden, sino que tienen vida eterna. Esto debe animar a todos los que se sientan a punto de perecer y que no pueden salvarse por sí mismos: Creemos en el Señor Jesús, y tenemos vida eterna.
(Libro de cheques del banco de la fe. Charles H. Spurgeon)
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