viernes, 5 de junio de 2015

Él obra de manera inesperadas!


Todos hemos sufrido la desilusión. Personas nos han fallado y traicionado. ¿Por qué Dios permite estas cosas? ¿Qué debemos hacer? Porque hay algo más allá de lo que vemos.
Mientras José estaba en la prisión, conoció a dos siervos del faraón; uno era el copero, y el otro el panadero. Se hicieron amigos y José les interpretó sus sueños.

El sueño del panadero representaba su muerte. Pero el del copero significaba que iba a salir de la prisión y que regresaría a su antiguo trabajo como copero del faraón.
Después de que José interpretó su sueño, le dijo a su amigo, el copero, que hablara con el faraón para que lo liberara, que apelara por él (Génesis 40:8-18).

Todo ocurrió tal como José lo había interpretado. En una ocasión, durante el cumpleaños del faraón, el rey restauró en su cargo al copero y colgó al panadero. Pero este capítulo de la vida de José terminó tan triste como había comenzado, porque el copero –que era su amigo y en quien José había confiado para mejorar su futuro– "no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo" (v. 23).
En la cárcel José sufrió tres muertes: ¡para su familia él ya había muerto; después, al ser acusado injustamente, murió su reputación, y al final murió para su único amigo! Estoy seguro de que sus sueños murieron ese día cuando creyó que iba a pasar el resto de su vida en prisión. No tenía nada qué esperar, solo el maltrato, la monotonía y la escasez.

El Salmo 105 proporciona un interesante comentario acerca de la aflicción de José como esclavo y prisionero en Egipto: "Dios provocó hambre en la tierra y destruyó todos sus trigales. Pero envió delante de ellos a un hombre: a José, vendido como esclavo. Le sujetaron los pies con grilletes, entre hierros le aprisionaron el cuello, hasta que se cumplió lo que él predijo y la palabra del Señor probó que él era veraz" (vv. 16-19).

Todo esto sucedió "hasta la hora que se cumplió su palabra, el dicho de Jehová le probó". José sabía que lo que pasaba era la voluntad y el propósito de Dios. Tenía toda la razón para sentirse amargado, para permitir que todas las circunstancias dolorosas le hicieran sentir ira y desánimo el resto de su vida. Sin embargo, no respondió de esa manera.

¿Cómo fue posible? ¿Cómo es posible que con razones obvias y válidas para sentir amargura y deseo de venganza, se convierta en el modelo de perdón y sanidad? La clave está en su respuesta. Quiero sugerir que José respondió de cinco formas especiales, las cuales permitieron que el poder sanador de Dios y su gracia eliminaran la amargura y el dolor del pasado.

José muestra cinco formas correctas de responder cuando uno sufre el oprobio. Ellas nos muestran que, en medio del sufrimiento, podemos honrar a nuestro Dios e incluso bendecir a otros. Aquí están las cinco respuestas correctas que necesitamos con respecto a la injusticia. 

1. Escoja vivir en el presente; no en el pasado.

En Génesis 41 José salió de la prisión. Se le volvió a dar un cargo de bastante responsabilidad en el gobierno de faraón, y se casó con una hermosa princesa. Con el tiempo, fue padre de dos hijos. Los nombres que José les dio a sus hijos revelan las noches que lloró en medio de su soledad, todos esos días en el calabozo, esos sentimientos profundos de sentirse rechazado y maltratado. Dios en su gracia hizo que lo olvidara. La obra de Dios elimina el dolor del pasado. José no permitió que su pasado fuera un prisma a través del cual él viera su vida. No iba a permitir que su pasado oscureciera y destruyera cualquier esperanza de dar fruto en su presente o en su futuro. Dios hizo que lo olvidara, y su gracia fue suficiente.
¿Vive usted más para sus recuerdos que para sus sueños? ¿Es posible que a causa de lo que pasó vea cada cosa oscura y nublada, sin poder enfocarla? ¿Brota la raíz de amargura, y se niega a olvidar y rehúsa confiar en Dios para su futuro?

2. Decida dejar libre a quienes lo hirieron

La Biblia nos cuenta una historia. Durante el largo tiempo de hambre, los hermanos de José fueron a Egipto para comprar trigo. Ellos estaban frente a José, pero no lo reconocieron. José los puso a prueba para ver si se podía confiar en ellos, al retener a Simeón y enviar al resto de los hermanos donde estaba su padre e insistirles que la próxima vez tenían que traer a Benjamín. José sabía que era tiempo de aclararle a sus hermanos quién era él.

3. Recuerde que en la injusticia, Dios está presente

En medio de la injusticia, José vio a Dios. Les dijo a sus hermanos: "Ustedes me vendieron, pero Dios me envió a mí". Note que no es tan solo que José creía que Dios usó el mal para el bien, sino que realmente la maldad de sus hermanos era parte del plan de Dios. El Señor fue soberano aun sobre la injusticia y el sufrimiento de José. Él vivió muchos años antes de que se escribiera Romanos 8:28, pero entendió bien claro que "a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien". José pudo ver a Dios en medio de tanta maldad.

4. Decida bendecir a aquellos que le han hecho mal
José decidió bendecir en lugar de maldecir a los demás. No solo perdonó a sus hermanos, sino que les ofreció la invitación de regresar con su padre y todos sus hijos, y vivir con él. En realidad, les ofreció la bendición de la prosperidad y la comodidad que él disfrutaba por la gracia de Dios. Podía haberlos enviado a casa, perdonados, pero maldecidos para sobrevivir en medio de la hambruna severa. No lo hizo.
Usted nunca llegará a quitar la raíz de amargura hasta que pueda bendecir a aquellos que le han hecho mal. Esto tiene el poder de liberarlo.

5. Decida no vengarse

José se negó a vengarse. La venganza es cosa del Señor, no nuestra. El trabajo de Dios es repartir justicia o misericordia a quienes han hecho lo malo. Usted no es Dios. No puede jugar el papel de Dios con la gente que le ha hecho mal. Debemos confiar en que Él traerá la verdad en el día del juicio y dará a cada uno lo que se merece.
Hay situaciones que simplemente no es necesario solucionarlas. Es posible que usted quiera, pero no necesita hacerlo. No necesita vengarse porque no está en el lugar de Dios. El trabajo de hacer justicia, de corregir el mal, es el trabajo del Señor. El suyo es perdonar y soltar. Ese es el único camino a la sanidad.

Suelte todo. Puede hacer eso pasando tiempo en presencia de Dios y pidiéndole que arranque cada raíz, cada pensamiento, cada miedo, cada resentimiento y dolor. Esa es la especialidad de Dios. Él hará que "lo olvide", y las cadenas caerán. Caerán al suelo, y usted dirá como José: "Soy libre, libre para bendecir y para dar fruto".

El perdón es un acto y un proceso. Nosotros decidimos perdonar y, cuando la amargura regresa, perdonamos de nuevo.

A toda costa, debemos perdonar, de lo contrario seremos nosotros los perjudicados. Alguien dijo: "La amargura es como tomar veneno mortal y esperar que el enemigo muera". Si siente amargura, usted es el que va a morir lentamente, ¡lo cual hará feliz a su enemigo! Perdonar es un acto de sanidad propia; cuando perdonamos, nos hacemos un favor a nosotros mismos.

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