miércoles, 10 de junio de 2015

Amistad Eterna


“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.” Juan 15:14-15


  Creo que no existe una persona en el mundo a la que no le guste tener amigos; es una parte muy importante de nuestra vida. Los amigos verdaderos son aquellas personas que nos apoyan, están cuando los necesitamos y se alegran con nosotros; nos edifican y aconsejan, nos dicen la verdad con franqueza aunque sea dolorosa e interceden cuando obramos de forma incorrecta. Están dispuestos a escucharnos, a pasar su tiempo con nosotros, y a pesar de nuestros defectos, nos aman de igual manera, aun así cuando podrían no hacerlo. Los amigos son la “familia que elegimos”.
  Y… ¿qué más lindo que tener de amigo a Aquel que nos dio la vida, a Aquel que nos dio la salvación, la vida eterna y mucho más…? 
No hay amistad más importante y hermosa que ésta. Él nos ofreció ser sus amigos, nos invitó a tener una relación más profunda, una amistad auténtica con Aquel que nos ama más que nadie y murió por nosotros, a pesar de nuestro poco valor.


  La relación entre un siervo y su amo, no va más allá del cumplimiento de su trabajo, de lo que el jefe ordene, y éste no siempre sirve con disposición y ganas, porque las ordenes se escapan de su voluntad. Cuando se refiere a que el siervo no está al tanto de lo que su amo hace, indica que éste es ajeno a la vida personal de su superior, marca la falta de comunicación. Eso es lo que difiere con la relación que tenemos con Cristo, que nos da a conocer las maravillas de su Padre y nos enseña de su Palabra. No solo podemos contarle sobre nuestros asuntos, sino, que Él también nos cuenta sobre su voluntad y nos enseña a vivir como desea que lo hagamos.
  Para llevar a cabo este vínculo con nuestro Salvador, es necesario obedecerlo y hacer de manera voluntaria lo que Él nos mande, como expresa en Juan 15:14: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando."  La amistad es recíproca y exige dedicación.  Nosotros le ofrecemos nuestra vida, nuestras metas y deseos; nos entregamos a Él por COMPLETO y Él a cambio, nos llama amigos, nos regala la entrada al Cielo, un amor eterno y un corazón gozoso,  y nos da una invitación de AMISTAD ETERNA... Además, si nosotros confiamos y nos apoyamos en su palabra, dejamos nuestras cargas y angustias sobre Él, nos brinda su amor incondicional, su paz y nos guía tiernamente.   
  La amistad con el Señor es como un jardín. Debemos estar dispuestos a entregar nuestro tiempo para cuidarla. Cuando aceptamos al Salvador, se siembra dentro de nosotros la semilla del Espíritu Santo. Como cualquier semilla, debemos regarla, con su Palabra y con oración, para que de a poco la relación comience a crecer. Día a día debemos alimentarnos de sus enseñanzas, arrancar las raíces de amargura que impiden nuestro desarrollo espiritual, y de a poco veremos los frutos en nuestra vida. 
  Ser su amigo es el honor más grande que hay, y de ninguna manera merecemos ser llamados así. Pero Él nos eligió, Él nos amó primero, nos ofreció ser nuestro amigo y los beneficios que eso conlleva. Está en nosotros aceptar esa invitación tan importante que él nos hace, y entregar nuestra vida de lleno a su servicio…


“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…”  Juan 14:16

No hay comentarios:

Publicar un comentario