“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.” Juan 15:14-15
Creo que no existe una persona en el mundo a la que no le guste tener amigos; es una parte muy importante de nuestra vida. Los amigos verdaderos son aquellas personas que nos apoyan, están cuando los necesitamos y se alegran con nosotros; nos edifican y aconsejan, nos dicen la verdad con franqueza aunque sea dolorosa e interceden cuando obramos de forma incorrecta. Están dispuestos a escucharnos, a pasar su tiempo con nosotros, y a pesar de nuestros defectos, nos aman de igual manera, aun así cuando podrían no hacerlo. Los amigos son la “familia que elegimos”.
Y… ¿qué más lindo que tener de amigo a Aquel que nos dio la vida, a Aquel que nos dio la salvación, la vida eterna y mucho más…?
No hay amistad más importante y hermosa que ésta. Él nos ofreció ser sus amigos, nos invitó a tener una relación más profunda, una amistad auténtica con Aquel que nos ama más que nadie y murió por nosotros, a pesar de nuestro poco valor.
La relación entre un siervo y su amo, no va más allá del cumplimiento de su trabajo, de lo que el jefe ordene, y éste no siempre sirve con disposición y ganas, porque las ordenes se escapan de su voluntad. Cuando se refiere a que el siervo no está al tanto de lo que su amo hace, indica que éste es ajeno a la vida personal de su superior, marca la falta de comunicación. Eso es lo que difiere con la relación que tenemos con Cristo, que nos da a conocer las maravillas de su Padre y nos enseña de su Palabra. No solo podemos contarle sobre nuestros asuntos, sino, que Él también nos cuenta sobre su voluntad y nos enseña a vivir como desea que lo hagamos.
Para llevar a cabo este vínculo con nuestro Salvador, es necesario obedecerlo y hacer de manera voluntaria lo que Él nos mande, como expresa en Juan 15:14: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando." La amistad es recíproca y exige dedicación. Nosotros le ofrecemos nuestra vida, nuestras metas y deseos; nos entregamos a Él por COMPLETO y Él a cambio, nos llama amigos, nos regala la entrada al Cielo, un amor eterno y un corazón gozoso, y nos da una invitación de AMISTAD ETERNA... Además, si nosotros confiamos y nos apoyamos en su palabra, dejamos nuestras cargas y angustias sobre Él, nos brinda su amor incondicional, su paz y nos guía tiernamente.
La amistad con el Señor es como un jardín. Debemos estar dispuestos a entregar nuestro tiempo para cuidarla. Cuando aceptamos al Salvador, se siembra dentro de nosotros la semilla del Espíritu Santo. Como cualquier semilla, debemos regarla, con su Palabra y con oración, para que de a poco la relación comience a crecer. Día a día debemos alimentarnos de sus enseñanzas, arrancar las raíces de amargura que impiden nuestro desarrollo espiritual, y de a poco veremos los frutos en nuestra vida.
Ser su amigo es el honor más grande que hay, y de ninguna manera merecemos ser llamados así. Pero Él nos eligió, Él nos amó primero, nos ofreció ser nuestro amigo y los beneficios que eso conlleva. Está en nosotros aceptar esa invitación tan importante que él nos hace, y entregar nuestra vida de lleno a su servicio…
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…” Juan 14:16
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