“…por eso ella me demostró tanto amor.” Lucas 7:47
A menudo podes ver las situaciones que te tocan pasar y las personas a las que te enfrentas con cierta suficiencia, sentís que estás por encima de la misma y eso te genera seguridad que te permite tener el control de lo que estás viviendo. Puede que te sea de utilidad en algunas ocasiones tomar dicha postura sin embargo cuando esa suficiencia viene de la confianza en uno mismo, ésta se termina transformando en soberbia u orgullo. La biblia dice que “Dios se opone a los orgullosos” Stg. 4:6 Es decir Él no tiene nada que ver con ellos (Dios y mi orgullo no pueden convivir).
El pasaje en Santiago termina diciendo que “Dios da gracia o muestra su favor a los humildes” Es decir que Él está en su plenitud donde hay una persona humillada.
Te has preguntado ¿Cuánto amas a Dios? ¿Qué debería hacer para amarlo aún un poco más? Si tan solo… (Predicara más, sirviera más, fuera un mejor hijo/a, padre o madre) Y estoy seguro que se te ocurren un montón de cosas más que podrías hacer pero que al final del día no aportarían de mucho en esto de amarlo más a Él.
Concentrémonos en nuestra historia y veamos qué es lo que dice Jesús.
…¿Quién crees que lo amó más?
Simón contestó:
- Supongo que la persona a quién le perdonó la deuda más grande.
- Correcto –dijo Jesús. (Lc. 7:42-43)
Exacto ahí está la clave en nuestro asunto y NO tiene que ver exactamente con que Jesús te haya perdonado pecados re grosos, o que éstos hayan sido una tontera (a nuestro parecer). Sino con que Él te perdonó TODOS tus pecados y entender que eso, ¡SÍ es MUCHO! porque para lograrlo tuvo que DARLO TODO al morir en la cruz.
CUANTO estés amando a Dios tiene que ver directamente con cuanto te estés humillando en su presencia (cuando nos humillamos encontramos su gracia), si sientes que no lo has estado amando lo suficiente como quisieras hacerlo, entonces NO esperes más y corre a sus pies.
“Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume.” Lc. 7:38
Escrito por: Alexis Barolin
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