Una como tantas ocasiones en las que Jesús se encontraba rodeado por una multitud, enseñó a las personas que allí lo escuchaban la siguiente parábola:
“Un hombre rico tenía un campo fértil que producía buenas cosechas. Se dijo a sí mismo: ¿Qué debo hacer? No tengo lugar para almacenar todas mis cosechas. Entonces pensó: Ya sé. Tiraré abajo mis graneros y construiré unos más grandes. Así tendré lugar suficiente para almacenar todo mi trigo y mis otros bienes. Luego me pondré cómodo y me diré a mí mismo: Amigo mío, tienes almacenado para muchos años. ¡Relájate! ¡Come y bebe y diviértete!
Pero Dios le dijo: ¡Necio! Vas a morir esta misma noche. ¿Y quién se quedará con todo aquello por lo que has trabajado? Así es, el que almacena riquezas terrenales pero no es rico en su relación con Dios es un necio.” Lucas 12:16-21 (NTV)
Aunque no lo notemos, muchas veces podemos ser como este hombre rico. Tal vez no damos tanta importancia al dinero como él, pero puede que sí a una relación, a la tecnología, a un pasatiempo o a nosotros mismos. Cualquier cosa que esté por encima de Dios en nuestra vida, cualquier cosa que ocupe más nuestra mente y nuestro corazón, se transforma en un ídolo.
Los ídolos nos convierten en necios, en personas alejadas de Dios. A veces nos distraen de lo que verdaderamente es importante, que es nuestra relación con Él. Puede que no sean pecados o cosas que a la vista sean malas, pero el simple hecho de que ocupan el lugar que debería ser ocupado sólo por el Señor, las convierte en pecado.
Como dice la Palabra de Dios en Mateo 6:21, donde está tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón. Los invito a que analicemos nuestra vida, donde depositamos nuestros sueños y metas, y a que sea nuestro Padre Celestial quien ocupe el primer puesto en nuestro corazón.
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Colosenses 3:2 (RVR)
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