miércoles, 30 de marzo de 2016

Como el diamante



Por tanto, en Él se alegrará nuestro corazón, porque en su Santo Nombre hemos confiado.” Salmos 33:21

   No es necesario ser un experto en minería para reconocer la hermosura de un diamante, y es que es uno de los minerales más caros que existen, no sólo por su belleza, sino por su pureza y por la dificultad con la que se encuentra.

   De por sí el diamante es bello, pero cuando es colocado frente a un fondo negro, el contraste con la oscuridad hace que parezca más brillante. Y es posible seguir resaltando su esplendor: si colocamos una luz sobre él, se acentuarán aún con más intensidad cada uno de sus detalles. 

  ¡Lo mismo sucede con la alegría! Es muy fácil alabar a Dios, hacer su voluntad y servirle, cuando estamos en nuestros mejores momentos, cuando nos va bien. Pero no tenemos tantas ganas cuando estamos pasando por algún problema, o estamos cansados. Como dice Santiago capítulo 1 versículo 2: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas”. 

¡La verdadera alegría resplandece aún más frente a la aflicción! ¡Como el diamante frente al fondo negro!
   Pero no confundamos felicidad con alegría. La felicidad es producto de las emociones y las situaciones. Mientras que la alegría es más que un simple sentimiento, más que una circunstancia, más que algún logro, o algo que esté sujeto a nuestra fuerza de voluntad. Es un fruto del Espíritu. La alegría está ligada del todo a nuestra relación con Jesús, porque tiene sus raíces en Dios, y nuestro Dios es más grande que cualquier problema. Es una manifestación de la obediencia, es el Espíritu santo quien produce alegría a medida que permanecemos en Cristo. Es mirar más allá de lo que parece ser verdad en nuestra vida, para ver lo que es verdad acerca de nuestra vida en Él. 

¡Que nuestro corazón esté gozoso a pesar de lo que suceda a nuestro alrededor y que los malos momentos no nos arrebaten las ganas de adorar!

Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2 Corintios 12:10

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