Pasaje clave: “!!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo
es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se
constituye enemigo de Dios”. Santiago 4:4.
Hay
ciertas cosas que simplemente no puedes mezclar en la vida. Por ejemplo, no
puedes mezclar la verdad con la mentira, ni la fidelidad con la infidelidad, ni
la confianza con la traición. No puedes mezclar la santidad con la pornografía,
ni la honestidad con el robo, ni la soberbia con la humildad.
De la
misma manera, la Biblia es muy clara cuando habla de dos tipos de actitudes que
tampoco puedes mezclar, porque ambas se encuentran en oposición.
¿Cuáles
son esas actitudes? Mira Santiago 4:1-8
Si
quieres ser todo lo que Dios ha planeado que seas, de ninguna manera puedes ser
“amigo del mundo”. La Biblia es clara, si eres amigo de los placeres del mundo
te conviertes en enemigo de Dios. Esto no es divertido ni fácil de escuchar.
Pero es verdad.
¿Sabes
quiénes son los cristianos más infelices y frustrados? Los que viven una
permanente contradicción en sus vidas. Salen a los boliches bailables los
viernes y sábados por la noche y luego asisten a la iglesia los domingos por la
mañana. Miran pornografía durante la semana, y el sábado, en el grupo pequeño,
enseñan la Biblia. Insultan a medio mundo en el colegio y adoran a Dios en las
reuniones de la iglesia. Son violentos en sus hogares y muy amables y
simpáticos en los cultos. Eso no funciona.
La vida
de un hijo de Dios es una vida de compromiso con Dios y con su verdad. No
puedes “jugar” al chico de iglesia mientras transas con cuantas chicas te
gusta. No puedes pedir la bendición de Dios y negarte a renunciar a la droga.
No puedes pedirle al Señor ayuda en tus problemas y estar pensando en hacerte
un aborto.
Ser amigo
de Dios (y por lo tanto, enemigo del mundo) no es vivir encerrada en una
iglesia, ni aislarte del mundo. No significa que la vida tiene que ser una
larga reunión de oración. No. Significa que vives de acuerdo a los valores de
Dios. Te diviertes, la pasa bien, sales con amigos y disfrutas porque amas a
Dios y buscas agradarle en todas las cosas.
¿Por qué
decides no hacer esto o aquello? Porque amas a Dios.
Piénsalo.
¿Te sientes tentado a “mezclar” cosas en tu vida?
¿A qué cosas necesitas renunciar definitivamente, y en qué otras necesitas
afirmar tu amor por Dios?
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