miércoles, 30 de noviembre de 2016

La vida en el Espíritu


Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, Romanos 8:1-3 (NVI)

El Apostol Pablo describía la realidad del ser humano, "lo que no quiero hacer hago, y lo que quiero hacer no hago". A pesar de eso declara que no hay condenación para lo que estamos en Cristo.
¿Por qué? ¿Por qué no tenemos condenación si hemos reconocido a Cristo como nuestro salvador?
El escritor haciendo uso del lenguaje legal, nos explica que al estar en Cristo nos gobierna la Ley del Espíritu y no la Ley del Pecado y la Muerte.
Esto significa que antes de nuestro encuentro con el salvador, eramos controlados por la naturaleza pecaminosa que vive en nosotros.
La ley del pecado es contraria a la Ley del Espiritu, y esta es la explicación al por qué no podemos actuar como deseamos, actuar con bien. Esto es así porque la Ley dada a Moisés nos enseñaba a vivir como Dios quiere, pero no producía cambios o transformaciones en nuestra vida, es decir, el cumplir con las demandas de Dios correspondía a nuestras propias fuerzas por lo tanto estos mandamientos simplemente colaboraban en hacernos ver que no podemos satisfacer las demandas de Dios. La Ley del pecado es más fuerte que nuestra voluntad.

El dilema solo podía ser resuelto de una manera: Cristo muriendo por nuestros pecados. Dios condenando al pecado en condición humana.
En consecuencia se destaca un hecho: ya no hay condenación. La gracia en su punto máximo, no tomando como referencia merecimientos, sino la Fe.

Vivir según el Espíritu, es ahora vivir del modo que Dios quiere que vivamos, ya no bajo el poder del pecado sino bajo el poder del Espíritu Santo de Dios, el mismo que obro en Jesús para resucitarlo de los muertos. 
La fuerza proviene ahora de comprender el amor que Dios nos tiene al quitar el castigo que nosotros merecíamos y echarlo sobre Jesús.

Ya no caminamos sobre cristal, donde un error lo "destruía" y nos condenaba, sino que caminamos sobre la roca firme, siguendo las pisadas del Mesías.

¿Cómo decidís vivir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario