miércoles, 26 de octubre de 2016

Y el que esté libre de pecado..


"Y Jesús se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 
Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?
Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella." Juan 8:1-7


¡Qué fácil es a veces ver los errores de los demás! Con qué facilidad criticamos y condenamos (hasta con nuestros pensamientos) las acciones de otros, sin reparar en nuestras propias faltas. ¡Cuántas veces tenemos nuestra piedra lista para arrojar!

Nuevamente Jesús se muestra como un ejemplo de vida. Cristo siendo santo y limpio de todo pecado, estaba en condiciones de juzgar a esa mujer, de culparla y castigarla de acuerdo a sus actos. Pero tuvo misericordia de ella, y quiso enseñar a los fariseos, a todos aquellos preparados para ejecutarla -y a nosotros también-, algo más importante: antes de condenar a otros, debemos analizar nuestro propio corazón.

Es mucho más sencillo ver la paja en el ojo ajeno y querer quitarla. Pero no nos percatamos de la viga que tenemos en el nuestro, de todas las cosas que tenemos para corregir. (Lucas 6:42). 
Tal vez no asesinemos, robemos o adulteremos, pero si cometemos otro tipo de pecados, que para Dios -aunque los creamos insignificantes- siguen siendo pecados que nos alejan de Él. 
Analicemos nuestra vida, nuestras acciones e intenciones y pongamos como juez a la Palabra de Dios.

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