lunes, 24 de octubre de 2016

Aprovechar la dificultad


A lo largo de mi vida tuve la oportunidad de conocer a muchas personas consideradas discapacitadas/incapacitadas, cuando paradójicamente, eran o son más capacitadas que yo en lo que respecta al afrontar la vida.

Futbolistas ciegos, un nadador paralítico, una de las estudiantes más disciplinadas que conozco con dislexia y un genio con atrofia espinal, entre otros que seguramente no recuerdo.

Todos me son de ejemplo en que supieron aprovechar al máximo su condición.

Y no dudo de que Dios va a recompensar en gran manera a los que le buscan e invierten lo terrenal con una actitud optimista y buscando agradarle.

La Biblia nos dice al respecto:

“Nos fatigamos en nuestro cuerpo actual y anhelamos ponernos nuestro cuerpo celestial como si fuera ropa nueva (…) pero no es que queramos morir y deshacernos de este cuerpo que nos viste. Más bien, queremos ponernos nuestro cuerpo nuevo para que este cuerpo que muere sea consumido por la vida. Dios mismo nos ha preparado para esto, y como garantía nos ha dado su Espíritu Santo.
Así que siempre vivimos en plena confianza (…) Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos (…)  Así que, ya sea que estemos aquí en este cuerpo o ausentes de este cuerpo, nuestro objetivo es agradarlo a él.”
2 Corintios: 2-8 (NTV)
Tal vez no te toca hacerle frente a una dificultad física o mental, pero puede que sí a una emocional, económica, de estudio e incluso a una religiosa, y no dejan de ser propias de este mundo imperfecto.

Sin embargo, si Dios permite que pases por ciertas situaciones en tu vida, es porque te cree capaz de afrontarlas (1 Corintios 10:13), y por qué no, para que puedas ser un reflejo de su amor y sostén a través de ellas.

Un día vamos a ser juzgados delante del Señor de acuerdo a lo que hayamos hecho con nuestro cuerpo (2 Corintios 5:10, Mateo 16:27, Romanos 14: 10-12), y qué bueno sería ser felicitados y premiados por Él.

Los aliento a vivir buscando la aprobación de nuestro Papá Celestial en cada cosa buena y mala que nos toque atravesar.


Porque los pesares humanos, en Dios, son consolación, gracia, amor, renovación espiritual, gozo y paz. 

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