Lectura Bíblica: Juan 5:1-5
"Algún tiempo después, se celebraba una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre en arameo es Betzatá. En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos se encontraba un hombre inválido que llevaba enfermo treinta ocho años"
En unos de los viajes que el Señor realizó a Jerusalén, pasó junto a este estanque, que en hebreo se llamaba Betesda. La escena que describe Juan de aquel lugar era realmente horrenda, pues cerca del estanque una multitud de personas con una gran diversidad de enfermedades y dolencias físicas aguardaban la oportunidad de recibir la sanidad. Seguramente la imagen de desesperanza que daba aquel penoso lugar era la intensa, pues los enfermos presentes no recibían ninguna clase de atención médica.
Más bien, podemos creer que aquí se congregaban los que ya habían perdido la esperanza de encontrar una solución por algún otro camino. La falta de higiene en esta masa de personas debe haber sido absoluta, por lo que seguramente no muchos sanos se acercarían al estanque a menos que fuera absolutamente necesario.
Según el relato de Juan, un ángel descendí periódicamente y revolvía las aguas, y sólo el afortunado que lograba descender primero a ellas quedaba sano. No intentaremos entender exactamente lo que ocurría en esos instantes de la Visitación celestial. Pero de hecho, los que más enfermos estaban corrían con absoluta desventaja, pues no contaban con las condiciones necesarias para moverse rápidamente en el momento que se producía el fenómeno.
Entre ellos que nunca había podido llegar se encontraba un hombre de hacía treinta ocho años estaba cerca del estanque. El corazón se nos quiebra al meditar en esta trágica descripción. Se trata de mil novecientas setenta y seis semanas, o casi ¡catorce mil días! Cuánta vida despreciada; cuántas oportunidades que nunca pudo disfrutar este hombre, porque su existencia entera había transcurrido esperando el milagro que nunca venía.
El hombre que estaba en el estanque de Betesda representa a millares de millares de seres humanos, cuya vida transcurre sin la más mínima esperanza, personas que nacen y mueren en la más grande pobreza,o bajo la más cruel opresión y no reciben ninguna de las muchas bendiciones y abundantes beneficios que disfrutamos a diario nosotros.
Que triste entonce, que aquellos que más poseemos no abundemos en acciones de gratitud hacia el Dios que ha sido tan generoso para con nosotros. Nada de lo que gozamos lo hemos recibido por mérito propio, sino pura y exclusivamente porque él ha sido bueno con nosotros. Asumamos el compromiso de practicar, a diario, la disciplina de la gratitud, sin nunca olvidar ni uno de sus beneficios. Y mentalizarnos que por gracia de Dios podemos conocerle. Tratemos siempre de contagiar una vida llena de esperanza y no perder segundos, horas, días o tal vez año perdiendo de conocer a Dios, levantemonos cada día exaltando Su nombre, agradeciéndole y conociendo cada día más a nuestro Salvador.
"No perdamos oportunidades"
Dios los bendiga
Christopher Shaw
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