La escuela o la facultad son lugares donde vamos a aprender,
no solamente lo correspondiente a lo que nos enseñan los profesores en el aula
o lo que nos dicen los libros, sino también un lugar, un ambiente que nos ayuda
a crecer, a madurar como personas, como jóvenes, como hombres y mujeres. Pero
fundamentalmente uno va a estos lugares a que nos enseñen o nos muestren la
manera de aprender ciertos conocimientos, sumar, restar, leer, y cosas más
avanzadas a medida que vamos creciendo como teorías y fórmulas más complejas.
La forma o la manera más aceptada por los profesores para saber
si un alumno aprendió lo que le fue explicado en clases o si leyó y comprendió
lo que dice el libro, es mediante un examen o prueba. Al prepararnos para esa
prueba releemos el libro o los apuntes de clases varias veces, hacemos cuadros,
memorizamos, hacemos varios ejercicios en el caso de que sean materias como
matemáticas, etc. Esto lo hacemos para afianzar los conocimientos y una vez que
estamos en el momento de la prueba recordar todo lo que practicamos y sacarnos
un “super diez”… Bueno, o por lo menos aprobar el examen.
Lo mismo sucede en otros lugares como en los clubes cuando
quieren contratar a un jugador, ese jugador debe realizar una prueba para
demostrar cómo juega, las habilidades que ha ido desarrollando y practicando.
Pasa también para entrar a una banda de música, para una entrevista de trabajo
y para muchos casos más.
Ahora, ¿cómo hacemos nosotros para probar nuestra fe, o
probar las cosas que hemos aprendido y que nos enseña la palabra de Dios?
Porque la biblia nos dice que nuestra fe es sometida a prueba (1 Pedro 1:7),
mediante las circunstancias que nos ocurren día a día. Por lo tanto, todo lo
que sabemos, lo que oímos en la iglesia, lo que leemos en nuestra biblia y de
todo lo que nos llenamos como cristianos, es probado. Por ejemplo, sabemos como
hijos de Dios que no debemos enojarnos con nuestros hermanos, y si lo hacemos no
debemos dejar que “se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26). Eso es
en la teoría, nosotros lo sabemos, pero muchas veces en la práctica, igualmente
nos enojamos y no solamente se pone el sol sobre nuestro enojo sino también la
luna y todos los astros. Es justamente en esas situaciones cuando estamos
siendo probados.
Igualmente, nuestra fe es probada. Y es probada a fuego según
Pedro (1 Pedro 4:12). En aquellos momentos en que estamos cansados, fatigados y
no tenemos más fuerzas, nuestra fe de descansar en el Señor es probada; cuando
estamos acelerados, atareados, nerviosos, nuestra fe para dejar todo en manos
de Dios y confiar en que Él solucionará nuestros problemas es probada; cuando
solo un milagro puede salvarnos de un problema de salud, nuestra fe es probada
y el nombre de Cristo exaltado.
Jesús mismo fue probado y tentado por el mismísimo diablo
(Mt 4: 1-11). El destino de la humanidad se jugaba en el desierto. El tentador
usó sus mejores técnicas de persuasión con el Señor, “si eres Hijo de Dios di
que estas piedras se conviertan en pan”. Jesús había estado sin probar bocado
cuarenta días y cuarenta noches y efectivamente Él era el Hijo de Dios, pero no
obedeció. Su fe fue probada. Y pasó la prueba.
Someter a prueba algo equivale a comprobar que es
genuino. Por lo tanto las prueban deben ser vistas como un medio para el
crecimiento espiritual nuestro, para aumentar nuestra fe. Y la manera correcta
para enfrentar las adversidades, las pruebas, es con “sumo gozo” (Santiago 1:
2-3), lo cual no es algo emocional, sino una decisión al entender que la misma
prueba es una oportunidad para madurar en espíritu y en fe.
Pablo comprendía esto a la perfección. Tanto es así que
desde la prisión, un lugar para nada confortable, escribió cuatro cartas (Efesios,
Filipenses, Colosenses y Filemón) con una llenura del Espíritu. Estas cartas
rebosan de sumo gozo y resplandor, de confianza y fortaleza.
Soportemos las pruebas, ellas nos ayudan a aumentar nuestra
fe en Dios y seremos fortalecidos con el Espíritu. Seamos como Jesús que pasó
la prueba en el desierto, Él nos dio el poder para hacerlo.
"Dios bendice a los que
soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones, porque después de
superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a quienes
lo aman." Santiago 1:12
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