viernes, 22 de noviembre de 2013


"Sea bueno, sea malo, a la voz de Jehová nuestro Dios al cual te enviamos, obedeceremos, para que obedeciendo a la voz de Jehová nuestro Dios nos vaya bien." Jeremías 42. 6 
 "Mis ovejas oyen mis voz, y yo las conozco, y me siguen(...)"; así inicia el conocido pasaje, Juan 10.27. 

Más allá de las aplicaciones visibles que podamos extraer del versículo total, este extracto tiene algo muy peculiar: la expresión "mis ovejas oyen mi voz".
 No es necesario profundizar cómo uno puede escuchar la voz de Dios, sino basta con decir que estar cerca de Jesús es una pauta principal para escucharlo. Es curioso que cuando Marcos relata el llamamiento de los doce discípulos dice "llamó a doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar(...)" Primero, que estén con él. Luego, eviarlos a predicar. Claro, ¿como irían a predicar, si antes no estaban cerca de él para escuchar lo que tenía para decirles, para oír su voz? El pasaje en Jeremías propone un desafío respecto lo que hemos oído de Dios. ¿Cuán seguro estás de que si fuera algo que no te conviene, obedecerías igual? Sea de tu agrado o no lo que Dios te habla, ¿como actuarías? Es fácil decir sí cuando tienes el viento a favor, pero ¿si lo tuvieras en contra? A lo largo de toda la historia del cristianismo, hubo hombres y mujeres que a pesar que obedecer la voz de Dios, entregaron todo para alcanzar aquello por lo cual fueron alcanzado por Cristo. Seguro conocerás alguno. Pero quizá ya es tiempo que dejemos sólo de escuchar esas historias, y comenzar a contarlas nosotros. Que podamos afirmar, con toda certeza, a la voz de Jehova obedeceremos, sea de nuestro agrado o no; despues de todo, el fin del versículo es una esperanza: para que obedeciendo la voz de Jehová nuestro Dios, NOS VAYA BIEN. ¡Ánimo y bendiciones!

Escrito por: Lucas Bonet

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