lunes, 5 de diciembre de 2016

LÁGRIMAS DE VALIENTES


Al leer la historia de José, hijo de Jacob, hubo algo que llamó grandemente mi atención. A pesar de que este personaje es muy conocido debido a su honorable carácter, en repetidas oportunidades no hizo más que reaccionar ante las situaciones de tensión con llanto.

“Y se apartó José de ellos, y lloró (…)” Génesis 42:24

“Entonces José se apresuró, porque se conmovieron sus entrañas a causa de su hermano, y buscó dónde llorar; y entró en su cámara, y lloró allí” Génesis 43:30

"Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de Faraón”  Génesis 45:2

“Y se echó sobre el cuello de Benjamín su hermano, y lloró; y también Benjamín lloró sobre su cuello” Génesis 45:14

“Y José unció su carro y vino a recibir a Israel su padre en Gosén; y se manifestó a él, y se echó sobre su cuello, y lloró sobre su cuello largamente”  Génesis 46:29

Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó” Génesis 50:1

Así que pensé que sería interesante buscar qué significa la palabra “llanto” y encontré las siguientes definiciones: Sentir profundamente – Acción de derramar lágrimas en señal de dolor, tristeza, alegría o necesidad.

Otro dato curioso es que el ser humano es el único ser vivo que puede producir lágrimas en reacción a estados emotivos. Y no creo que esto sea una mera casualidad, sino que al crearnos Dios a su imagen, nos hizo capaces de sentir, nos regaló las emociones.

De hecho el famoso versículo “Jesús lloró” (Juan 11:35), nos da cuentas de que Él sintió profundamente.

Retomando la historia inicial, José pudo conocer personal e íntimamente a Dios por medio de muchas situaciones de dolor y de sufrimiento, gracias a las cuales el Señor fue moldeando su carácter. Él canalizó sus emociones positivamente.

Recuerdo haber visto muchos rostros empapados de lágrimas a lo largo de mi vida. Pero hoy vienen a mi mente especialmente dos personas a quienes amo que me demostraron mucho valor y fuerza a través de su llanto. Una de ellas evitó una pelea cuerpo a cuerpo, pudiendo haber tenido ventaja, y al igual que José, se apartó para llorar desconsoladamente en la presencia de Dios y entregarle la situación en sus manos. Otra, lloró de rodillas en la cama de su hija y le confió su estado de salud al Señor, para emprenderse en una misión mientras ella estaba allí.

¿Acaso los suyos fueron llantos de cobardía? No, claro que no. Fueron gemidos que clamaban a nuestro Papá del Cielo reconociendo que somos siervos inútiles, frágiles  e incapaces; fueron una entrega sincera hacia Dios.

Sin duda, en situaciones como las mencionadas, es mucho más fácil enojarse y desanimarse; pero llorar, llorar rendidos ante Jehová, es de valientes. 

Qué precioso que es quebrantarnos delante de Su presencia. Él conoce lo que pasa en nuestro interior  y cualquiera sea ese sentimiento, quiere que se lo entreguemos.


No dejemos de sentir profundamente, pidámosle a nuestro Rey que nos transforme radicalmente conforme a su imagen a través de nuestras emociones. 

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