Pero el amor de Dios
es eterno para aquellos que lo honran; su justicia es infinita por todas las
generaciones” salmos 103:17
Vivimos en un mundo donde todo es instantáneo y rápido. Puré
instantáneo, salsas, sopas, todo ya hecho. Pañuelos descartables, pañales
descartables, ya nadie lava ni plancha
la ropa.
Hoy todo es mucho más rápido. Antes para comunicarse con tus
familiares, amigos, novio, esposo, hijos; que se encontraban lejos, debías
escribir una carta y mandarla por correo. Tardaban varios días en llegar. Hoy
con las redes de comunicación eso cambio bastante! Tenemos la respuesta
inmediata. Para viajar a un destino lejano, tomas un avión y en pocas horas
estás en el lugar!!
Así como la comida, la comunicación y el transporte, también
las relaciones cambiaron. La gente ya no se casa, sino que “se junta” para
probar. Y los que se casan no lo hacen para toda la vida. Hoy cambian de pareja
como se cambian de camisa. Todo es relativo, todo es modificable, todo tiene un
tiempo limitado. Todo cambia rápido.
Ante este mundo tan veloz, temporal y cambiante, solo Dios
se mantiene estable. El siempre se mantiene igual. Él no cambia nunca. Es el mismo ayer, hoy y siempre...
Esto es algo que nos cuesta mucho de entender, ya que
tenemos una mente muy limitada y pequeña, pero sabemos que Dios permanece
inmutable a través del tiempo. Sus virtudes y su Persona se mantienen
inalterables.
Nosotros, en este mundo vivimos limitados por el reloj y
cambiamos a diario. Por eso nos cuesta mucho disfrutar de algo que es
permanente. Y no deja de sorprendernos la misericordia duradera y permanente de
nuestro Dios, que se renueva mañana tras mañana...!
Dios nos sigue amando a pesar de nuestra desobediencia, de
nuestros desplantes, de nuestros continuos vaivenes emocionales.
Su amor es eterno, no cambia. No depende de nosotros. No
cambia según las circunstancias. Se merece toda la honra de parte de sus hijos.
¡Él nos ama a pesar de lo que somos!
Hoy es un buen momento para agradecer a Dios lo inmutable de
su amor para con nosotros; y para proponernos imitar ese amor perfecto que Dios
tiene hacia nosotros y practicarlo para con el prójimo.
El amor de Dios dura
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