Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu
mano, y métela en mi costado;
y no seas incrédulo, sino creyente.
Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
Juan 20:27-29
Ver, para creer ¿Cuántas veces dudamos de la existencia de Dios? ¿Cuántas cosas tienen que suceder para darnos cuenta de que Dios está a nuestro lado? ¿Por qué somos tan incrédulos? Nos ponemos a mirar a nuestro alrededor, y encontramos un montón de personas escépticas, que no creen en nada, que le parece que no hay nadie superior, personas que son amantes de teorías científicas, o que simplemente, no se detienen a pensar, que hay algo más allá de sus narices, que está controlando absolutamente todo. Los cristianos somos creyentes de algo que no se ve y tenemos la certeza de que existe, eso es lo que llamamos Fe. En esta reflexión, me gustaría invitarte a que pienses, si tenés Fe en algo, o en alguien. ¿Lo pensaste? Bueno, ahora te pregunto,
¿Qué hizo ese algo o ese alguien, para que le tengas Fe? Son dos pequeños disparadores, que me llevan a decirte, que si la respuesta no fue: “Tengo Fe en Dios, porque El dio la vida por mi” Rápidamente, puedas reformularla, y comenzar a creerlo. Si tuviste la hermosa oportunidad de conocer a Jesús, y tomaste la mejor decisión de seguirlo a él, quiero decirte que, Dios nos demuestra siempre que está a nuestro lado, y que no es necesario que sea visible a nuestros ojos, porque lo podemos sentir con el corazón. A veces, dudamos como Tomás, en muchos momentos de dificultad, de la existencia de Dios, de su poder, de su compañía, de su cuidado, pero Dios nos dice, como lo dice en este versículo, no seamos incrédulos, seamos creyentes. Seamos personas diferentes, que aman al Señor y que creen en sus promesas. Este versículo termina con una bienaventuranza preciosa: “bienaventurados los que no vieron, y creyeron.” No lo pudimos ver físicamente a Jesús después de resucitar, por cuestiones geográficas e históricas, pero podemos sentirlo y vivirlo todos los días, es por eso que la Biblia, nos llama bienaventurados, y no es poca cosa. La palabra bienaventurado significa que goza de Dios, que es un afortunado, ahora, pongamos está palabra en la boca de Dios, y demos no cuenta de que Dios, el creador de todo lo que podes ver, te está diciendo que eres afortunado sólo por el gran hecho de creerle. Esto último, creo que es lo mejor que podemos recordar.
Somos afortunados. Somos gozosos del amor de Dios. Somos personas que sin ver creyeron, que como todos tenemos nuestros momentos débiles, pero sabemos que el Rey de reyes está a nuestro lado, y podemos confiar en él, sin necesidad de verlo, o tocarle su costado.
Muy buena semana, y que Dios te bendiga.
Escrito por: Laura Degiorgio
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