Inicio, abro el
Facebook, miro el muro. Frases sueltas de personas que conozco, que me cuentan
su vida, sus pensamientos y proyectos. A veces sus frustraciones. En ocasiones
son comentarios que me hacen reflexionar. Les digo que Me gusta. Participo en sus
vidas y ellos en la mía. Aunque viven a kilómetros de distancia. Es una red en
la que puedes quedar atrapado, pero si sabes gestionarla, te conecta. Es
productivo sobre todo si inviertes el tiempo con alguien con el que también te
relacionas en el “mundo real”… Ya me entiendes.
Me reencuentro con viejos amigos del cole, y algunos quieren ser mis amigos cuando ni siquiera sé cómo se llaman. Envío privados cuando quiero algo más de intimidad, o escribo en mi perfil para proclamar mi vida a los cuatro vientos o reforzar mis pensamientos o decisiones.
Si te descuidas se te pasa el tiempo volando y quizá no has hecho nada, solo ver fotos de gente cuyas vidas quizá ni te interesan. Un escaparate de vanidades. O tal vez sí, aquella fotografía con tus abuelos y un amigo del pueblo de hace 10 años. Genial. Y de repente alguien te habla en tiempo real, porque tienes conectado el chat. En realidad te están hablando tres personas a la vez. Mientras hablas con ellos sigues viendo fotos, sigues comentando en muros ajenos, decidiendo que te gusta y que no, mientras en youtube se escucha la música de un videoclip que solo miras cada 27 segundos, lo que tardas en escribir dos o tres frases más a dos personas distintas, que viven en países distintos.
Por fin se descarga la película, compruebas que todo está ok, y sigues navegando en esa página que habla acerca de la física cuántica, un tema que en realidad nunca te ha importado, pero hoy sí. ¿Qué significa eso? Tengo curiosidad. Ocho pestañas desplegadas, y solo dos ojos para verlo todo, casi simultáneamente. Y vuelvo al Facebook, que es como un puente entre información e información y me mantiene al día, (al minuto).
Somos multicanal, estamos acostumbrados a información en masa, gestionando datos, alguno más interesantes que otros, otros necesarios, aprovechando el tiempo o quizá simplemente dejándolo pasar, pero quiero seguir conectado, no quiero perder ningún detalle de lo realmente importante...
Luego Tuiteo una frase que en realidad no es mía, pero mis followers la retuitean como si fuera la última coca-cola en el desierto. Vuelvo al muro, no hay novedades, pero sigo sintiendo que no estoy del todo conectado.
Inicio, abro la Biblia. Historias, frases sueltas de personas que conozco sólo a través de ella. Me cuentan su vida, sus pensamientos y proyectos. A veces su frustraciones. Sí, sus comentarios me hacen reflexionar porque parece que hablan de mí. Me gusta. Participan en mi vida, de una forma real, moldean mi manera de pensar aunque vivieron hace miles de años.
Una verdadera red de la que formo parte, que me explica qué es lo que me atrapa y cómo liberarme, para de verdad conectar, en todos los sentidos. Es productivo sobre todo si inviertes el tiempo queriendo conocer, a través de sus páginas, a Alguien con quien te relacionas en el “mundo real”… Ya me entiendes.
Me reencuentro con situaciones que viví en el cole, o ayer, con personas o conmigo mismo. Entonces en lo privado, en secreto, envío mensajes porque busco intimidad. Quiero resolver, resolverme. Quizá me lleva a contar mi vida a otras personas y hacer públicas mis decisiones y pensamientos. A veces me ayuda.
Si me descuido, se me pasa el tiempo volando. Pero también, si no muestro interés, solo leo por rutina historias que quizá ni me interesan. Pero quizá sí, de repente, alguien me habla en tiempo real. Porque a pesar de todo, estoy conectado con Él. Bueno en realidad no solo habla Él, otras cosas también me hablan, mis deseos, mi pasado, mis ideas, mi realidad, las voces de amigos, la cultura…
Sigo hablando y escuchando, preguntando cosas. De repente pienso en los otros, en mis conocidos, empiezo a examinar sus vidas, dejo de observarme y miro el ojo ajeno, decidiendo qué me gusta y qué no. Aunque en realidad no les presto atención, mantengo esos pensamientos en un segundo plano aunque cada 27 segundos vuelvo a ellos, tal vez por puro entretenimiento. Pero por fin pongo mis cargas donde debo y pido perdón. Reflexiono. Compruebo que está todo Ok y sigo navegando por las páginas de una carta, a cuyo contenido no había prestado atención, pero hoy sí, quizá es importante. Tengo curiosidad. Muchas imágenes a la vez, muchas enseñanzas, pensamientos y actos de fe que debo asumir y solo dos ojos para verlo todo, casi simultáneamente. Mi mente vuela por todas partes intentando comprender, comprender a otros, comprender a Dios, comprender el mundo y comprenderme. Pero vuelvo a la Biblia que es como un puente entre mi vida y lo que me rodea y me mantiene al día, cada momento.
Somos multicanal, estamos acostumbrados a información en masa, gestionando datos, alguno más interesantes que otros, otros necesarios, aprovechando el tiempo o quizá simplemente dejándolo pasar. Y en esa lucha de informaciones debo decidir si quiero seguir conectado a lo realmente importante y quiero dejar que me afecte.
También hablo de esas cosas a los demás. Frases, ideas, a veces frases cortas, como tweets que Él nos habla a través de la Palabra. Claro, las frases no son mías, pero sus followers las transmitimos a otros porque es el agua que necesitan en su desierto. Y luego, vuelvo a la Biblia, siempre hay novedades porque está viva y es eficaz. Es un espejo, una Espada, es útil. Me lleva a hablarle, a orar y a formar parte de una red eterna. Entonces sé que de verdad estoy conectado.
Me reencuentro con viejos amigos del cole, y algunos quieren ser mis amigos cuando ni siquiera sé cómo se llaman. Envío privados cuando quiero algo más de intimidad, o escribo en mi perfil para proclamar mi vida a los cuatro vientos o reforzar mis pensamientos o decisiones.
Si te descuidas se te pasa el tiempo volando y quizá no has hecho nada, solo ver fotos de gente cuyas vidas quizá ni te interesan. Un escaparate de vanidades. O tal vez sí, aquella fotografía con tus abuelos y un amigo del pueblo de hace 10 años. Genial. Y de repente alguien te habla en tiempo real, porque tienes conectado el chat. En realidad te están hablando tres personas a la vez. Mientras hablas con ellos sigues viendo fotos, sigues comentando en muros ajenos, decidiendo que te gusta y que no, mientras en youtube se escucha la música de un videoclip que solo miras cada 27 segundos, lo que tardas en escribir dos o tres frases más a dos personas distintas, que viven en países distintos.
Por fin se descarga la película, compruebas que todo está ok, y sigues navegando en esa página que habla acerca de la física cuántica, un tema que en realidad nunca te ha importado, pero hoy sí. ¿Qué significa eso? Tengo curiosidad. Ocho pestañas desplegadas, y solo dos ojos para verlo todo, casi simultáneamente. Y vuelvo al Facebook, que es como un puente entre información e información y me mantiene al día, (al minuto).
Somos multicanal, estamos acostumbrados a información en masa, gestionando datos, alguno más interesantes que otros, otros necesarios, aprovechando el tiempo o quizá simplemente dejándolo pasar, pero quiero seguir conectado, no quiero perder ningún detalle de lo realmente importante...
Luego Tuiteo una frase que en realidad no es mía, pero mis followers la retuitean como si fuera la última coca-cola en el desierto. Vuelvo al muro, no hay novedades, pero sigo sintiendo que no estoy del todo conectado.
Inicio, abro la Biblia. Historias, frases sueltas de personas que conozco sólo a través de ella. Me cuentan su vida, sus pensamientos y proyectos. A veces su frustraciones. Sí, sus comentarios me hacen reflexionar porque parece que hablan de mí. Me gusta. Participan en mi vida, de una forma real, moldean mi manera de pensar aunque vivieron hace miles de años.
Una verdadera red de la que formo parte, que me explica qué es lo que me atrapa y cómo liberarme, para de verdad conectar, en todos los sentidos. Es productivo sobre todo si inviertes el tiempo queriendo conocer, a través de sus páginas, a Alguien con quien te relacionas en el “mundo real”… Ya me entiendes.
Me reencuentro con situaciones que viví en el cole, o ayer, con personas o conmigo mismo. Entonces en lo privado, en secreto, envío mensajes porque busco intimidad. Quiero resolver, resolverme. Quizá me lleva a contar mi vida a otras personas y hacer públicas mis decisiones y pensamientos. A veces me ayuda.
Si me descuido, se me pasa el tiempo volando. Pero también, si no muestro interés, solo leo por rutina historias que quizá ni me interesan. Pero quizá sí, de repente, alguien me habla en tiempo real. Porque a pesar de todo, estoy conectado con Él. Bueno en realidad no solo habla Él, otras cosas también me hablan, mis deseos, mi pasado, mis ideas, mi realidad, las voces de amigos, la cultura…
Sigo hablando y escuchando, preguntando cosas. De repente pienso en los otros, en mis conocidos, empiezo a examinar sus vidas, dejo de observarme y miro el ojo ajeno, decidiendo qué me gusta y qué no. Aunque en realidad no les presto atención, mantengo esos pensamientos en un segundo plano aunque cada 27 segundos vuelvo a ellos, tal vez por puro entretenimiento. Pero por fin pongo mis cargas donde debo y pido perdón. Reflexiono. Compruebo que está todo Ok y sigo navegando por las páginas de una carta, a cuyo contenido no había prestado atención, pero hoy sí, quizá es importante. Tengo curiosidad. Muchas imágenes a la vez, muchas enseñanzas, pensamientos y actos de fe que debo asumir y solo dos ojos para verlo todo, casi simultáneamente. Mi mente vuela por todas partes intentando comprender, comprender a otros, comprender a Dios, comprender el mundo y comprenderme. Pero vuelvo a la Biblia que es como un puente entre mi vida y lo que me rodea y me mantiene al día, cada momento.
Somos multicanal, estamos acostumbrados a información en masa, gestionando datos, alguno más interesantes que otros, otros necesarios, aprovechando el tiempo o quizá simplemente dejándolo pasar. Y en esa lucha de informaciones debo decidir si quiero seguir conectado a lo realmente importante y quiero dejar que me afecte.
También hablo de esas cosas a los demás. Frases, ideas, a veces frases cortas, como tweets que Él nos habla a través de la Palabra. Claro, las frases no son mías, pero sus followers las transmitimos a otros porque es el agua que necesitan en su desierto. Y luego, vuelvo a la Biblia, siempre hay novedades porque está viva y es eficaz. Es un espejo, una Espada, es útil. Me lleva a hablarle, a orar y a formar parte de una red eterna. Entonces sé que de verdad estoy conectado.
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