lunes, 7 de julio de 2014

Sigamos regando



“Por eso, sigamos aprendiendo más y más, hasta que lleguemos a ser cristianos maduros. Dejemos de ocuparnos de las primeras enseñanzas que se nos dieron acerca de Cristo, y no sigamos hablando de cosas simples. Dejemos de hacer lo malo, sigamos a Cristo, y dejemos de pecar para no morir (…)

Pero los que dejan de creer en Cristo ya no pueden volver a ser amigos de Dios, aunque alguna vez hayan creído que el mensaje de Dios es la verdad, y con gusto lo hayan recibido como un regalo. Si dejan de creer en Cristo, lo que habrán hecho será volver a clavarlo en la cruz y burlarse de él ante todo el mundo. (…)"

Hebreos 6: 1- 6 (TLA)

Los invito a leer el pasaje completo en Hebreos 6 a los que estén interesados, pero por una cuestión de extensión sólo voy a tomar esta parte.

Cuando leí lo que el autor de este libro le decía al pueblo de Dios en estas pocas líneas me sentí inmensamente identificada.

Muchas veces descuidé el crecimiento espiritual, tanto el mío como el de otras personas y sin duda fue un grave error. 

Más adelante en el mismo relato, hay una comparación del hombre con el terreno, en la que dice que los que creen en Cristo son semejantes a la tierra que da una buena cosecha y que son los que reciben bendición.
Siguiendo con esta ilustración me imaginé a un agricultor que lo único que hace en su campo es plantar, plantar y plantar, pero que se olvida de regar su cultivo, cuidarlo y lo peor de todo cosecharlo en el tiempo oportuno. 

Ese agricultor somos nosotros. Cuántas veces hemos vivido preocupados por traer nuevas almas al Señor, por plantar más, de modo tal que hasta olvidamos el propósito final, que simplemente pasa a ser un recuento de quién plantó más almas para Él. Es muy importante que cada corazón para Cristo se siga regando, cuidando y trabajando. E incluso el corazón del mismo agricultor, porque si éste el que se encuentra abandonado y dejado en su vida espiritual, ¿cómo va a poder continuar de manera correcta con su tarea?

El cultivo que es abandonado se seca o pudre y finalmente muere, al igual que pasa con los hijos de Dios que no continúan con su crecimiento espiritual. 

Un campo pequeño pero con una cosecha buena es mejor que un campo extenso con una cosecha muerta.

Tal vez Dios nos trajo a este mundo para que sólo cuidemos de un alma a lo largo de toda nuestra vida, pero si cada uno se preocupa por hacer bien su labor, sin duda la cosecha final de nuestro Señor va a ser de lo mejor. 


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