lunes, 17 de febrero de 2014

"Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar..."

Encontramos una hermosa promesa en el Salmo 32:
“El Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir. No seas como el mulo o el caballo, que no pueden entender y hay que detener su brío con el freno y con la rienda, pues de otra manera no se acercan a ti.»” (v. 8,9; DHH)
Es precioso saber que en nuestro caminar, en nuestra vida, podemos contar con que el Señor nos va a guiar e instruir, que nos va a dar consejos para que vayamos por el mejor camino; para que tomemos las mejores decisiones, para que vivamos de la mejor manera. ¡Podemos confiar plenamente en que Él lo va a hacer! Pero, ¿prestaste atención a la segunda parte del pasaje?
El Señor dice: no seas como esos animales, que no tienen entendimiento, que necesitan un freno y una brida para mantenerse controlados. Quizás no te es muy familiar un mulo o un caballo, pero sí un perro. ¿Alguna vez sacaste a pasear uno? ¡Necesitan una correa para obedecer y ser guiados durante el camino!
El Señor nos va a guiar si estamos dispuestos a no ser como esos animales… Pero, ¿de qué se trata eso? ¿Cuál es nuestra parte a la hora de ser guiados por Dios?

Como dice la Biblia, esos animales no tienen entendimiento. Con respecto a eso, nuestra parte es renovar nuestro entendimiento. La Biblia en Romanos 12:2 nos dice:
“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.”
Vamos a comprobar lo que Dios quiere para nosotros a medida que renovemos nuestro entendimiento, y eso lo podemos lograr con la Palabra de Dios, leyéndola y aplicándola. Ella es la que nos renueva la mente, la que nos ayuda a pensar y ver las cosas como lo hace Dios. Te puedo asegurar que ahí se encuentran los mejores consejos. ¡Él nos guía e instruye a través de Su palabra!

A aquellos animales para obedecer necesitan de alguien que los domine con una rienda, o una correa. Pero por nuestra parte, se trata de temer a Dios. La Biblia dice:
“¿Quién es el hombre que teme al SEÑOR? Será instruido en el mejor de los caminos.” (Salmo 15:12, NVI)
Y temer a Dios no es tenerle miedo. Es tenerle reverencia, respeto, admiración; es reconocer quién es Él, reconocer sus atributos, su poder, su autoridad. Es también vivir conscientes de su presencia todo el tiempo; la Biblia dice: “…persevera en el temor de Jehová todo el tiempo” (Proverbios 23:17).  Temer a Dios nos lleva a querer agradarle y obedecerle, y la obediencia a Dios es fundamental para poder ser guiados por Él.

Ellos están controlados por una rienda, pero nuestra parte es ser controlados por el Espíritu.
“Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne…” (mirá Gálatas 5:16-24)

Se trata también de abandonar todo pecado.
“Ordena mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí.” (Salmo 119:133)

Se trata de confiar en el Señor y depender de Él.
“Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia.
Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto.” (Prov. 3:5-6, DHH)


Se trata de dejarnos instruir y corregir por Él.
“Hijo mío, no desprecies la disciplina del SEÑOR, ni te ofendas por sus reprensiones. Porque el SEÑOR disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido.” (Pr. 3:11,12)
Dios cuando nos corrige lo hace para nuestro bien, y a fin de que participemos de su santidad. (Hebreos 12:10)

Se trata de vivir una relación íntima y verdadera con el Señor.
“La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto.” (Salmo 25:14)

Al vivir en obediencia y dependencia de Dios, vamos a poder no sólo experimentar sino también disfrutar de su guía e instrucción, de caminar en Sus caminos. Nunca dejes de prestar atención a sus consejos.
No seamos como un perro que necesita de una correa para caminar como debe al lado de su dueño, sino como uno que sabe lo que tiene que hacer, y obedeciendo disfruta de caminar a su lado.

"Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad. Dame integridad de corazón para temer tu nombre." (Salmo 86:11)

¡Dios te bendice! :)

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