viernes, 24 de enero de 2014

El mismo sol, la misma boca

             
                ¿Notaste alguna vez como el sol seca la tierra cuando hace mucho calor? ¿Notaste también como puede derretir la cera? ¿Sabías que es indispensable, por ejemplo, para la vida de las plantas; pero si echás agua sobre ellas a determinada hora del día este sol las puede matar? El mismo sol, pero en distintos lugares, con distinta intensidad, y en distintos tiempos, puede provocar cosas muy distintas.
                Así, son también nuestras palabras, y lo que sale de nuestra boca. Tienen muchísimo poder; más de lo que nos podemos imaginar, y pueden tener distintos efectos según cuándo y cómo las usamos. Es por eso que debemos aprender a usarlas de manera sabia. Proverbios es un libro de la Biblia que nos enseña mucho de sabiduría, y en él podemos encontrar directrices para usar nuestras palabras sabiamente:

• En primer lugar, nos enseña a cuidar nuestras palabras.
“En las muchas palabras no falta pecado;
Mas el que refrena sus labios es prudente.” Prov. 10:19
 “El que guarda su boca guarda su alma;
Mas el que mucho abre sus labios tendrá calamidad.” Prov. 13:3
“El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo;
Mas el hombre prudente calla.”  Prov. 11:12
“El que guarda su boca y su lengua,
Su alma guarda de angustias.” Prov. 21:23
“El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre entendido.” Prov. 17:27
“El que anda en chismes descubre el secreto;
No te entremetas, pues, con el suelto de lengua.” Prov. 20:19 (mirá también Proverbios 11:13)
Es de sabios callar, y más cuando sabemos que nuestras palabras pueden dañar a otro, traicionar la confianza de alguien, o no agradar a Dios.

• También nos enseña que las palabras están relacionadas con el tiempo: es valioso decir las cosas en su manera y tiempo oportuno; y muy importante también es tomarse tiempo para pensar lo que vamos a decir.
“El hombre se alegra con la respuesta de su boca;
Y la palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” Prov. 15:23
“Manzana de oro con figuras de plata
Es la palabra dicha como conviene.” Prov. 25:11
“El corazón del justo piensa para responder;
Mas la boca de los impíos derrama malas cosas.” Prov. 15:28
“¿Te has fijado en los que hablan sin pensar?
    ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así!” Prov. 29:20

• También nuestras palabras pueden ser de muchísima bendición, tal es así que Salomón (el escritor de Proverbios) dice que pueden ser medicina.
“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada;
Mas la lengua de los sabios es medicina.” Prov. 12:18
“La congoja en el corazón del hombre lo abate;
Mas la buena palabra lo alegra.” Prov. 12:25
“Los labios del justo apacientan a muchos…” Prov. 10:21
“El corazón del sabio hace prudente su boca,
Y añade gracia a sus labios.
Panal de miel son los dichos suaves;
Suavidad al alma y medicina para los huesos.” Prov. 16:23-24

 • Las palabras podemos usarlas para hacer bien, o mal a los demás. La Biblia nos enseña qué debemos decir y qué NO debemos decir.
“La boca del justo da sabios consejos,
    pero la lengua engañosa será cortada.
Los labios del justo hablan palabras provechosas,
    pero la boca de los malvados habla perversidad.” Prov. 10:30,31
 “La lengua apacible es árbol de vida;
la lengua perversa daña el espíritu.” Prov. 15:4
 “Alábete el extraño, y no tu propia boca;
El ajeno, y no los labios tuyos.” Prov. 27:2

• Lo mejor es siempre decir a otros la verdad, con sinceridad, porque…
“El que reprende al hombre, hallará después mayor gracia
Que el que lisonjea con la lengua.” Prov. 28:23

•  Lo que digamos nos puede beneficiar o perjudicar a nosotros mismos:
 “En el pecado de sus labios se enreda el malvado,
    pero el justo sale del aprieto.” Prov. 12:13

•  Lo que digas puede cambiar (mejorar o empeorar) una situación:
 “La respuesta amable calma la ira;
la respuesta grosera aumenta el enojo.” Prov. 15:1 (RVC)

¿No te parece genial que en la Palabra de Dios encontremos tantos versículos que hablen de esto? ¡Si están en Su palabra debe ser importante para Dios la manera en que hablamos!
Nunca olvidemos todo lo que pueden provocar nuestras palabras: las que digamos y las que no digamos.
Sepamos que nuestras palabras van a ser el resultado de lo que hay en nuestro corazón (Mateo 12:34), y también van a ser el resultado de cómo nos controlamos al hablar (Santiago 3:1-11).
Nunca nos cansemos de pedirle a Dios que nos enseñe cada día a hablar con sabiduría, con gracia, con prudencia y con sinceridad, como a Él le agrada.

Te desafío a que tengamos en cuenta lo que dice Efesios 4:29:
“No pronuncien ustedes ninguna palabra obscena, sino sólo aquellas que contribuyan a la necesaria edificación y que sean de bendición para los oyentes.”
Y que podamos orar junto con el salmista:
“Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, roca mía y redentor mío.” (Salmo 19:14)

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